jueves, 28 de noviembre de 2013

HISTORIA ESPAÑOLA DE SABUESOS

Los detectives privados españoles tienen una corta aunque fecunda historia.

En varios trabajos del firmante se ahondó sobre los pioneros del gremio. La génesis apuntan a ‘agentes de salón’ durante los reinados de Fernando VII e Isabel II durante el siglo XIX.

A principios del siglo XX surgen varios datos que permiten situar a los que olfatearon los primeros casos de los sabuesos hispanos. De un lado, se sabe que la legendaria Pinkerton Detective Agency de Chicago fue contratada por Lloyd Aéreo (hoy Iberia LAE-IAG) para localizar maletas perdidas en el vuelo inaugural Barcelona-Madrid en 1927.


Primera agencia de detectives privados en España

Veinte años antes, en 1907, hay noticias sobre la instalación de Agencia ‘Internacional’ en Barcelona. En 1908 surge en la misma capital ‘American Office’. Es en 1920 cuando el considerado pionero español, o al menos sobre el que se admite como tal, Enrique Cazenevue Cortés monta agencia en las cercanías de calle Balmes, también en la Ciudad Condal, cuna de los sabuesos patrios. Cazenevue integró un equipo de profesionales importante que acabaron independizándose. Mientras daba charlas en Radio Barcelona (Unión Radio, hoy cadena SER) sobre el oficio y llegó a escribir un libro (Detectivismo) donde trasmitía sus conocimientos.

En Madrid, sobre 1913, surgieron La Protectora y Oficina Internacional de Detectives. Estas dos agencias fueron el germen del afamado Instituto Fernández-Luna que acabó sus días con la segunda república (1931-1938).

Durante aquella breve experiencia democrática previa a la dictadura del General Franco surgieron agencias de investigadores privados en varias capitales españolas. Las lideraron cargos ‘depurados’ de Carabineros, Guardia de Asalto y Cuerpo de Investigación y Vigilancia cuando accedieron al poder los conservadores (CEDA y Radicales) durante el ‘bienio negro’.

El franquismo fue celoso de quienes manejaban información al margen de su implacable policía, inteligencia militar y espías de Falange. En 1951 publicó la primera norma para acotar el trabajo de los detectives privados. Les exigía renovar licencia cada año y el aval oficioso de la policía ay el sindicalismo vertical. Encuadró a las ‘agencias privadas de investigación’ –soslayando el término detective- en el Sindicato de Actividades Diversas en el entramado corporativo del nacionalsindicalismo.

En 1971 completó, agonizante, la Orden sobre las agencias pero para exigir más requisitos y avales policiales y sindicales.

El detective privado español con la Democracia

Con la Constitución democrática de 1978 se cambiaron los modos de ver al detective por parte del poder. Al final del mandato de Adolfo Suárez (1977-1981), concretamente en Enero de 1981 y bajo el sello del Ministro Juan José Rosón,  se promulgaron sendos decretos del ministerio de educación e interior. En el primero se configura la carrera de detective en los institutos de criminología en tres cursos superiores. En el segundo se otorgaban licencias a los detectives, sus auxiliares y se evitaba la renovación de licencia anual. Las meteduras de pata se castigaban con suspensión o revocación de licencia.

Es, desde finales de los setenta, cuando el gremio eclosiona al liberalizarse nuestras relaciones sociales, familiares y políticas. Surgen las primeras mujeres detective y centenares de agencias por todo el territorio estatal.

Durante el gobierno de Felipe González (1982-1996) surgen luces y sombras sobre los detectives privados españoles. De un lado, se asiste a la promulgación de las primeras decisiones judiciales que establecen jurisprudencia  sobre el carácter probatorio, testifical y pericial de conducta y a un reconocimiento social del profesional de la investigación privada.

Ley de Seguridad Privada de 1992 y el Detective Privado

De otro, se cuece la impropia Ley de Seguridad Privada de 1992. Se completa con un Reglamento en 1994 que encarcela al detective privado en un contexto que nada tiene que ver con su trabajo de investigación que se liga más a juzgados que a comisarías.

Aún reconociendo su singularidad operativa esta Ley parece un castigo contra los detectives. Algunos de ellos habían investigado el escándalo que hizo dimitir al vicepresidente Alfonso Guerra a cuenta de los trapicheos y corruptelas de su hermano Juan. También, sesudos informes de investigadores privados destaparon al que fuera primer director no militar de Guardia Civil Luis Roldán. El que fuera ministro Julián García Vargas tuvo que dimitir a cuenta de unas recalificaciones de terrenos que fueron investigadas por los afectados de una extraña trapisonda inmobiliaria.

Incómodos a un poder que prefiere tener aliados y no profesionales independientes con datos objetivos los detectives españoles se han multiplicado durante las últimas décadas aunque ahora acusan los devastadores efectos de la crisis.

Se ha concebido, por el nuevo gobierno del PP tras el que detentó José maría Aznar (1996-2004), una nueva Ley de Seguridad Privada en la que persiste el error de integrar a detectives con profesionales de dicho sector.

El duro e impagable régimen sancionatorio, control y fiscalización a priori de casos por la policía e inexplicable fianza y seguro que exige el texto de dicha norma hacen irrespirable al detective del siglo XXI su futuro profesional.

La crónica del investigador privado español supera cualquier ficción de sus colegas literarios o fílmicos. Las leyes terrenales condenarán, sin duda, a las cloacas al investigador privado. Son las mismas letrinas donde la sociedad acumula desechos cuyos propietarios se empeñan en castigar al mensajero de verdades incómodas.      


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lunes, 25 de noviembre de 2013

El detective privado ante las infidelidades

La infelidades y el detective privado, tópicos y típicos

Los tópicos sobre el detective privado aún le sitúan, las mentes más rancias, con la vela debajo de alguna cama donde se consuma el antiguo delito de adulterio. Era aquel testigo ‘huelebraguetas’ que fastidiaba la fiesta de pelillos a la mar.


Se creía que el investigador privado español apenas operaba casos de infidelidad, seguir los pasos de hijos difíciles o desvelar intrigas vecinales o de herederos. Todo esto es ya historia aunque una minoría alardee impropiamente de ‘prevenir el delito’ para justificar persecuciones de hábitos socialmente superados como escandalosos.

Cierto es que la infidelidad, la deslealtad,  es una tendencia conductual en algunas personas. No nos referimos a mujeriegos compulsivos o ninfómanas. Hay personas que las hormonas quizá le fomenten una vocación por lo prohibido o resistirse relativamente a la tentación.

La liberalización de nuestras relaciones sociales ha hecho mucho para que se incrementaran los divorcios, se posibiliten relaciones íntimas entre personas ya emparejadas o simplemente se de rienda suelta a pulsiones sexuales que tendrían consecuencias complejas en el ámbito del matrimonio o pareja de hecho.

La infidelidad no es patrimonio de faldas o pantalones. En ámbitos laborales se multiplican. Los bajos sueldos, ansias de prosperar o ser infiel per se ante el empleador tienen algo que ver. Ya nadie piensa en trabaos vitalicios en la misma empresa o pasársela de burócrata toda la vida laboral sin escapar de la rutina o de jefes quizá ‘colocados’ por exclusivas razones digitales.

La infidelidad tiene pautas, protocolos, técnicas. En el lecho de pareja hay frialdad. Se incrementan los reproches sobre realidades no los generaban. Salidas extrañas, tardanzas con raras excusas, fines de semana ‘de trabajo’ o viajes de difícil explicación podría representar el escenario propio del infiel.

Las comunicaciones compulsivas por el móvil, usar varias terminales, o esconderse tras recibir ciertos mensajes es sospechoso. No soltar el móvil para nada, apagarlo a ciertas horas o cambiar las claves con frecuencia suele sonar raro.

Las peleas de la pareja ante las evidencias de infidelidad sin pruebas enrarecen el ambiente aunque levantan alertas a quien practica la infidelidad. La víctima da pistas.

La infidelidad en sí causa más males que beneficios
Suele concluir con el fin de la pareja, tarde o temprano. Perdonar es sano, pero jamás se olvida. Si el infiel es hombre suele aceptar sus travesuras, algo más complejo en la mujer pillada. Raramente reconoce una verdad. Y algunas veces ésta canta por peteneras. Al infiel cazado se le derrumban todas las excusas, mentiras y trucos que le funcionaron hasta que algún detective tira de su trabajo.

En temas laborales la infidelidad es más complicada. Perder el trabajo es la amenaza en unos momentos donde del desempleo es difícil salir a no ser que se opte por convertirse en autónomo.

La infidelidad genera casos al detective pero ni se investiga como años atrás, con la única arma de la clásica y comprometedora vigilancia, ni quienes la practican se someten a unas pautas predeterminadas.

Queremos pensar que ser infiel compensa relativamente. El único activo que deja es contar aventuras de hombre o mujer que ha probado más de lo común. Quien recibe este mensaje piensa de inmediato que el infiel no es de fiar. Si es descubierta hay conflicto asegurado. Muchos detectives privados dejaron de investigarlas porque no ayudan a sus clientes descubriendo verdades sólo. Crean, los informes o pruebas del detective, un grave problema en la familia, amigos o parejas. Además, acabarán fragmentándose en bandos y entraña una traición raramente perdonable para la parte ofendida.

Nadie apuesta, ni cree, en una relación sentimental vitalicia entre dos personas. Pero si hay otros horizontes o presentes afectivos es mejor hablarlo para evitar traumas y problemas.  La infidelidad la asocia un detective más con la lágrima que con el gozo temporal.


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viernes, 22 de noviembre de 2013

QUÉ ESPERAMOS DEL DETECTIVE PRIVADO

Cómo es la experiencia, que nos deparará cuando solicitamos la ayuda de un investigador privado.

Pocos saben, cuando telefonean a una agencia o le mandan un correo, qué les depara la experiencia. Especialmente cuando es la primera vez que se contempla en la posible ayuda de un detective privado.

La idea que tenemos en España del detective privado se hipoteca bastante. No sabemos por dónde nos saldrá la apuesta si damos con lo peor de las licencias. Detectives tramposos, estafadores y sobrados no menudean en un gremio desconocido por el gran público. De lo normal hay plus valía siendo minoría la excelencia operativa. Como en todas las viñas hay de todo.

Si queremos contar algo al detective las consultas son inacabables para decir lo mismo.  El interlocutor del investigador en temas privados relata su historia acomodándola a su tesis. Después, espera que el informe el detective siga tal línea. El fallo está en que se ocultan verdades a priori.

El cliente de empresa para el detective es quien lo tiene más claro. Encarga temas sometidos a unos parámetros que conocen ambas partes. Suelen pactarse precios, horas de investigación y gastos. Últimamente la palabra crisis minimiza todo, hasta los encargos.

Las empresas contratan para  averiguar actividades incompatibles, en baja laboral, de empleados y directivos, infidelidades laborales, plagios de marcas, localizar patrimonio de morosos y a deudores. Documentar acosos, fraudes al seguro, sabotajes, etc…  o saber andanzas de candidatos a contrato es algo normal entre detective-cliente.

Los abogados suelen tenerlo también muy claro cuando contactan al detective privado. Las pruebas judiciales para pleitos o pactos son la consigna más habitual de encargos.

Los conflictos más frecuentes entre detective y cliente surgen de los encargos de particulares. Normalmente sus expectativas del investigador son diferentes a lo que le verbalizan. Suelen esconder verdades sustantivas para ilustrar el investigador.

Los resultados o los adelantos de informe son la chispa que detona el problema para no pagar lo convenido y reprochar lo incuestionable al detective. Hay demasiados casos en los que la verdad que logra el detective compromete al mismo cliente.

Ante tal situación, que se descubran mentiras del cliente o que censure compulsivamente algo que practica, el detective suele insinuar o sutilmente deslizar esas verdades. Si el cliente es lógico zanja todo.

Pero esto no es lo normal. Hay reclamos, notificaciones de pleito y denuncias contra detectives de clientes supuestamente insatisfechos o engañados que o quieren recuperar lo gastado en el detective o bien le asustan  para que no le conviene al cliente se sepa en determinados ambientes.

Detectives privados a la carta

Como hay una minoría de ‘detectives a la carta’, es decir, que el investigador privado se pliega a los intereses del cliente, si la verdad emerge `por otra vía hay conflicto. Y este se ventila en juzgados normalmente para relativizar esa verdad que se abre paso.

Las esperanzas profesionales del cliente con el detective deben ser honestas, claras y legítimas. El investigador debe conocer la verdad y datos completos del caso sobre el que se contrata al sabueso. De lo contrario se va muy mal para lograr esa satisfacción del cliente que todo profesional debe tener por norte.

Cuando alguien va a un bar y pide una cerveza, un vaso con el cereal y la espuma satisfacen al cliente. El del detective no es siempre así. El Investigador no siempre tiene la verdad delante excepto la que investigue y pueda desvelar.

El sentido común dicta los contratos se perfeccionan con el mero consentimiento. Quien contrata al detective quiere saber y éste proporciona el dato.



Ese es el nudo gordiano. No hay más. Lo demás son películas.


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martes, 19 de noviembre de 2013

CONSULTAS ANECDÓTICAS A UN DETECTIVE PRIVADO

Hay quien cree que el detective privado es la diana donde tirar toda clase de dardos.

Pocos saben qué esconde un personaje al que la literatura y literatura de género acerca tópicos y estereotipos de molde anglosajón sobre una realidad española que poco o nada tiene que ver.

Las anécdotas, sobre la realidad y ficciones que alberga el detective privado, surgen de inmediato. Muchas de ellas en la primera y única consulta al tipo que, sorprendido, no sabe si reírse o llorar ante su interlocutor. El detective no suele reflejar sus emociones ante el cliente o consultante.

Contaremos algunos sucedidos que nadan entre lo hilarante e increíble. Historías de un investigador privado


Una vez una señora llegó a la agencia con un niño de 3 ó 4 años. Ella contaba su historia mientras el menor fue calmado con un caramelo. El detective estaba preparado para los pequeños con un cenicero vacío de colillas y lleno de chucherías.

El pequeñín miraba fijo al investigador mientras éste seguía el relato verbal de la madre. Cuando el caramelo se terminaba el niño miraba el despacho y advirtió títulos y diplomas. Se agarró a la madre  y empezó a llorar como un poseso hasta el punto de interrumpir la consulta.

La madre le preguntaba al hijo por qué lloraba, qué había pasado para tanto llanto. El menor se agarraba más fuerte a su progenitora.

Gritaba: Mamá, mamá. Al final me pincha… Dirigía su mirada al detective.

El niño creyó que el detective era un médico sin bata pero algo raro porque se comportaría a lo que él no estaba acostumbrado. Esta aterrorizado sin duda porque tanta amabilidad conducía al doloroso pinchazo en el culete.

La madre, muy ceremoniosa, tranquilizó a su hijo repitiéndole que el médico en realidad era un ‘hombre bueno’. La prueba: otro caramelo entró en el paladar del niño.    

El detective privado, un servicio de emergencia ante infidelidades

Otra anécdota reseñable era un tipo que llamaba al detective pensando que era un servicio de emergencia ante la infidelidad de su esposa. Cada vez que sospechaba que la dama estaba ‘con el otro’ llamaba con insultos al detective exigiéndole que fotografiara el adulterio. Situémonos cuando tal delito era vigente.

El detective, con la guasa que requiere el caso, le respondía al airado interlocutor telefónico que antes de ir debía demostrar que los cuernos de quien llamaba debían ser afilados en la comisaría más cercana. Aquel defraudado marido al oir la terrible palabra ’cuernos’ colgaba ipso-facto el teléfono. Fin de la historia.

Más divertido, y surrealista, fue otro caso en el que el investigador privado fuera auxiliado en un accidente de tráfico por la persona a la que perseguía.  El objetivo frenó en una intersección su auto de alta gama. El investigador iba en motocicleta y, ante el frenazo, resbaló en el asfalto y chocó contra la parte trasera del objetivo. Muy solícito bajó del auto y se interesó por posibles lesiones. Daños materiales no hubo. Pero se acabó la vigilancia aquella tarde.    

De anecdótico e ingenioso se puede calificar un asunto en el que un detective privado no sabía cómo identificar a la pareja de su objetivo. Todos los intentos habidos, convencionales y trucos de toda especie fracasaron ante una persona que se había trasladado desde otra ciudad y nadie sabía su nombre.

El detective en su desesperación aprovechó que el objetivo no conducía autos ni tenía licencia para ello. Su pareja era quien cerraba un  negocio donde le ayudaba a última hora de la noche. Al abandonarlo, ambos iban para el coche y casi llegando al hogar en un semáforo el auto del detective chocó contra el de su objetivo, que iba conducido por su pareja. Al rellenar el parte de siniestro se desveló el misterio que tanto costó resolver al detective. Gajes del oficio.

El mito de que el detective debe disfrazarse no es irreal.

Digamos que es bueno naturalizarse con el caso a todos los niveles. Una pelea de socios sacaba cajas con documentación de una empresa por las mañanas desde una nave sita en una concurrida calle de un polígono.

El modus operandi de quienes sacaban ilegítimamente las cajas incluía a tres personas. Una salía a la calle para ver si había alguien que observase los movimientos de los otros dos. Cuando no había sospechosos de estar al tanto de cómo se sacaban las cajas el ‘avisador’ hacía gestos a sus colegas que primero sacaban sólo la cabeza antes que las cajas.
   
Las observaciones sobre la puerta donde salían las cajas fueron infructuosas, día tras día. No importaba si se cambiaba de coche, personas…. El caso iba directo al fracaso.

De pronto, y muy temprano, el detective compartió una ingeniosa treta con sus colaboradores. Salieron de la agencia con gafas negras y adquirieron varias tiras de cupones de ciego. Consiguieron una mesa de playa y dos sillas. Las pusieron frente a la nave desde donde salían las cajas con sus indebidos transportistas.

El ‘avisador’ miraba a los ciegos vendiendo cupones. Al ser tan jóvenes causaron compasión entre los viandantes y acabaron con los cupones en menos tiempo del esperado.

Se oía entre ’avisador’ y compinches: ‘no hay problema, son ciegos..’.

Volvieron a salir cajas de la nave. Fueron fotografiadas con cámaras que situaban entre sus piernas los ‘ciegos’.

Caso resuelto. Y cupones agotados.


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viernes, 15 de noviembre de 2013

CLIENTES EQUIVOCADOS, la cuestión del detective privado

Como dicta en sentido común el cliente es quien sustenta al detective privado.

Consejos al cliente de un detective privado
Quien va, por ejemplo, a una tienda o mercado a comprar un kilo de garbanzos tras entrar busca el estante donde encuentra las legumbres. Elige el producto, lo paga en caja y lo cocina como más le guste al comprador. En este caso el cliente adquiere algo tangible, convencional y que culmina las expectativas de quien precisa este alimento.

Si nos referimos al cliente, o lo pretende ser, del detective privado existen diferencias. Todos sabemos qué esperamos cuando acudimos a una consulta médica (recuperar la salud o asesorarnos ante una patología) pero al detective cuando le tenemos enfrente configuramos algo inconcreto o demasiado pulido para fines poco confesables.

Normalmente el cliente privado va a la agencia bajo alerta de algún problema o carente de argumentos informativos ante alguna adversidad, acoso o reclamo. 

El cliente de un investigador privado empresa es diferente.

La petición al detective es concreta y responde a prácticas más comunes: concretar absentismos laborales, localizar deudores, testigos o documentos, documentar fraudes al seguro, evidenciar competencia desleal o desenmascarar falsas crisis para no pagar o despedir.  

El abogado, asesor empresarial o procurador pide a las claras pruebas judiciales concretas para defender o desmontar tesis contrarias.

Pero el particular que acude a la agencia abarca un abanico de casos que difícilmente podríamos categorizar.


  • La clásica sospecha de infidelidad desata celos y paranoias. 
  • También tragedias familiares que sufren los más inocentes, por lo general menores y parientes. 
El detective si descubre al infiel en plenitud acaba siendo el malo de una película que tiene mal final. Estos casos, debe aclararse, ya son anecdóticos, pero llevan al detective privado incontables consultas, casos imposibles y factibles más desvelos que acaban por descubrirse lo obvio o lo que se sustenta exclusivamente en las calenturas mentales paranoicas.

Los clientes más difíciles para el detective privado son lo que a priori exigen resultados aunque son sutiles en disfrazarlo. Si no sucede lo que el cliente cree que pasa, o el detective desvela que no hay nada surge el conflicto con el postre del impago de la minuta o una despechada charla en la que el detective es malo o no dice la verdad sencillamente porque no se allana a las mentiras del cliente.

Pocos clientes dicen la verdad total que, por ejemplo, debe confesar un acusado ante su abogado. Suelen explicar, los clientes peores, generalidades sobre el caso, sus sospechas más parciales ocultando verdades que iluminan el caso que encarga.

Cuando el detective descubre y documenta su trabajo llega a comprometer lo que se advirtió en el momento  del encargo si el detective tiene buen ojo. Debe alertar a su cliente de los peligros y riesgos de cualquier investigación porque nada resulta tal y como se piensa inicialmente.

Los clientes se suelen equivocar, en los casos privados, más que el detective privado. La experiencia del sabueso aportar ese olfato que ha perdido de entrada el cliente, normalmente egoísta de resultados preconcebidos.
Más se equivocan los detectives que trabajan ‘a la carta’ o se adaptan a la pequeña parte de la verdad que sólo ve el cliente al confesarla.  Dice el refrán que cuando se le cierra la puerta a lo cierto acaba entrado por la ventana.

Un consejo para el cliente del detective privado


  • Debe ser conciso en su encargo. 
  • Apostar lo indispensable por sus sospechas o fines.
  • La verdad rellenará el caso con el esperado oficio del detective privado. 
  • Todo lo demás es perder tiempo y dinero.              



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martes, 12 de noviembre de 2013

PLEASE antes de contratar un detective privado, cítese en la agencia

Contactar con un detective privado es fácil pero exija unos requisitos mínimos por su seguridad.


Contactar al detective es fácil. Contratarlo es otra cosa. Es más fácil, pero exige requisitos mínimos. 


El primero es asegurarse que el investigador está autorizado por la autoridad.

En España los detectives privados están regulados, desde 1992 y 1994,  por Ley y Reglamento de Seguridad Privada. El Ministerio del Interior les otorga la denominada TIP (Tarjeta de identidad Profesional) a los detectives españoles. En esa credencial oficial figura el número de licencia y la identidad del titular.

A los investigadores les contactan por Internet potenciales clientes mediante correo electrónico. Ese formato desinhibe de miedos, perjuicios. Muchos acuden al teléfono para los primeros contactos con el detective y asegurarse de la viabilidad del posible encargo. Sobre todo la llamada o correo suele pedir precio, forma de pago y efectividad del servicio interesado por el comunicante.

Otras veces el posible cliente quiere verle la cara al profesional de la investigación privada. En ocasiones pone hasta el lugar de la cita para garantizar la discreción de la cita.

Como autocrítica gremial escribiremos que el marketing telefónico o vía Internet del detective abusa de palabrería, garantías imposibles o temerarias de resolver conflictos, desvelar verdades o ganar pleitos. También conviene añadir que el cliente dice raramente la verdad para casos privados, familiares o laborales.

En casos más flagrantes intenta que el detective sea a priori arma malvada para fines inconfesables.

Es muy importante aclarar por escrito en que términos de contrata al detective de forma equilibrada dejando claro que estamos ante un pacto de arrendamiento de servicios en la que quien los requiere sólo alberga expectativas de medios,  no de resultados. Ese matiz evita malentendidos a las partes que convienen usar los servicios del detective.

El detective debe siempre de localizar su despacho. 

Lo conveniente y deseable es que la agencia sede del investigador privado sea testigo de la firma del contrato.

Se advierte que hay un fenómeno llamado del ‘detective virtual’ que mezcla el futuro de vanguardias con la más rancia picaresca hispana. En Internet proliferan agencias sin sede, con señas ficticias o inexistentes. Es más, hay ‘profesionales expertos’ con y sin licencia de detective que excusan no citarse en el despacho alegando interminables obras, citas con clientes imaginarios o huecos en agendas ocupadísimas de quienes pescan clientes en hoteles, cafeterías con el único contacto de un móvil de tarjeta o correo virtual que jamás responden al cliente cuando ha pagado al ‘detective virtual’.

El timador usa toda clase de argucias para defraudar al bienintencionado cliente que le pagó un adelanto en efectivo. Pagar con cheque o tarjeta de crédito es un riesgo para el detective que vive de engañar pues deja huella ante posible denuncia de las víctimas de un fraude que va a más.

Las normas exigen lugar físico donde el detective atenderá sus clientes, inspecciones oficiales y notificaciones para citas judiciales. La crisis hace que los ‘detectives virtuales’ sean competidores desleales de sus colegas al día con el fisco. Los primeros no pagan local, impuestos, luz, comunidad… apenas publicidad en varios soportes donde ‘pescan’ clientes que jamás repetirán.

Estos ‘detectives virtuales’ son los embajadores de este noble oficio ante sus víctimas. Su práctica es, además de cuestionable, agravante para los que llevamos la tarea de investigar privadamente con orgullo y vocación de ayuda a quien precisa del detective.

Recomendamos, pues, al lector que por favor cuando se cite con un detective debe asegurarse que tenga licencia y despacho donde atender a sus clientes. Después cada cual opera los casos como mejor sabe.


Sólo resta alertar al cliente del detective que no de con lo peor del gremio. No está obligado a investigar al profesional a priori, pero éstas líneas intentan poner verdades sobre sombras de uno ‘virtuales’ que mejor se dediquen a otros menesteres.      


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