sábado, 25 de enero de 2014

Mitos y realidades del trabajo del detective privado

Cómo nos presenta la ficción al investigador privado y la realidad.... cosas bien distintas


Lo que se piensa del detective privado de inmediato se une a la pantalla grande o pequeña del cine o televisión o bien en hojas de libros donde desfilan tipos solitarios, minuciosos y preguntones que buscan una verdad escurridiza. La ficción del detective tiene países, culturas, personajes y hasta modos de resolver casos.

Los que vislumbramos del frío escandinavo investigan casos complejos de mentes retorcidas. En los pagos californianos el detective se pasea entre palmeras por mansiones donde interroga sobre dineros, y tramas. En España el detective del celuloide o novela son casos de sangre, poder y corruptos los que olfatean sabuesos que poco tienen que ver con sus colegas británicos o los que salen del ‘noire’ francés’, ‘giallo’ italiano o ‘krimi’ alemán.

Las ficciones de las que hablamos nos presentan a un detective privado pegado a la realidad y la sociedad en el peor de los contextos. El detective de cine o papel pivota sobre un personaje que solventa casos imposibles para la policía tamizada por el poder al que representa y sirve. Leemos o visualizamos más servidores públicos corruptos que investigadores vendidos al cliente privado que le paga la minuta dependiendo de lo que averigüe.

El balance entre realidad y ficción del detective privado se inclina a favor de la hipoteca del mito.

Sea como sea un detective terrenal, de carne y hueso, su interlocutor lo imagina reportado a casos del cine o literatura. Ese lastre lo lleva como puede el sabueso que intenta ayudar a su cliente con su mejor hacer, con la forma de llegar hasta la verdad.

Llegados a este punto debemos añadir que el detective real resuelve casos a favor de pactos, defensas o acusaciones o simplemente para suministrar el dato que el cliente precisa. Cobrar honorarios no significa vender informes si pensamos de entrada en la parcialidad del investigador privado profesional.

Por estas razones el detective con el que podemos hablar de cómo superar problemas o referirle sospechas es alguien útil, rentable y con el que no se debe perder un tiempo que es precioso para todos.

¿Nos fiamos del detective privado?

Esta pregunta parece innecesaria si hablamos del sabueso de la ficción. Son tipos de fiar, honestos y que se naturalizan con sus fuentes e interlocutores. En la realidad no tiene por qué ser así.

La fiabilidad de detective privado depende de su experiencia, contactos y profesionalidad. 

No es baladí ser un buen detective por azar. Para merecer la confianza no se puede defraudar. Esto es sagrado para el que se considere profesional. El cliente del detective no sólo paga el trabajo del mismo, también transfiere datos reservados y endosa una confianza que debe ser respondida con absoluta lealtad.

De esa fidelidad meridiana escribió Ortega y Gasset que es ‘la distancia más corta entre dos corazones’. El inolvidable filósofo adivina lo que palpita en cualquier profesional que se precie de ello.

Las distancias entre realidad y mito aplicadas al detective privado son cortas según vemos. Pero muy largas si no se saben recorrer. 


No se puede negar que algunos que conocen al detective en realidad se decepcionan, y no es culpa del humano al que preguntan. Es el pago de una hipoteca que nadie sabe dónde se firmó ni quién la paga. Lo penoso es que demasiados investigadores privados de carne y hueso hagan caja con el mito para destapar su mediocridad, complejos o la urgencia de psicoterapia.

Los buenos detectives privados, y no es palabrería, debe respetar el mito que se le asocia. Pero sólo eso. Todo lo demás es camino directo al ridículo. Y para tales empeños hay muchos, bastantes, candidatos.    

 
 


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jueves, 23 de enero de 2014

Los detectives privados investigan las herencias....

Repartir la herencia es el punto de desencuentro, el detective privado entra en juego....


El concepto clásico y tradicional de la familia española se ha modificado en las últimas décadas. Aquellas celebraciones (bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños) o apoyos en momentos bajos (funerales y visitas a enfermos) no son tan unánimes como antaño. El núcleo padres-hijos centra ahora, y limitadamente, la familia. Antes entraban en ese saco cuñados, tíos, primos, suegros, íntimos y hasta algún vecino constante en lealtades. ¡Qué tiempos!

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El fenómeno del divorcio (en España se separa o divorcia una de cada tres parejas o matrimonio) y los bandos que genera en cualquier familia ha roto las familias en su seno. El dúo padres-hijos lo sufre por su esencia. Nuevas parejas, hermanos e hijos con distintos padres y madres hacen difícil aquellas celebraciones que ahora nos parecen imposibles.

La ausencia de un ser querido en la médula familiar causa estragos por la parte emotiva o felicidad para quienes ansiaban esa carencia humana. Repartir la herencia es el punto de desencuentro.

Distribuir lo que no se suda trabajando, interpretar testamentos o airear demonios ocultos tiene doctores y expertos.


Las herencias basculan sobre la guerra que le sucede. La batalla es todo por la pasta cuando la hay. Las escaramuzas más cruentas, no obstante, se centran en alhajas, cuadros, cerámicas, muebles o lo que sea menester para atizar.

Los detectives privados oyen historias de herencias conflictivas con atención. 


El firmante cree que junto a peleas vecinales, accidentes viales y divorcios contenciosos son los que causan mayores polémicas y griterío auditivo o por escrito.

Las herencias que investigan los detectives privados acaban pactándose porque alguien que se pasa de listo, codicioso o de labia acaba siendo desvelado.

Las investigaciones siempre tienen los mismos mimbres: patrimonio oculto a parte de los herederos, apropiación de fondos, efectivos o bienes tangibles echándole la culpa a ladrones ficticios o terceros ilocalizables, facturas o escritos dudosos, ilegibles o falsos.

Los informes tienen los mismos protagonistas. El hijo, pareja, sobrino o vecino que está cerca del fallecido. Los que llegan horas o días antes del óbito. Finalmente, encontramos ante incrédulos que se conocen en el notario, por lo general los mejores clientes del investigador privado.

Estos últimos alucinan generalmente con los que leen sus ojos y no le cuadran ciertos documentos (relativos a balances bancarios y masa patrimonial) que ante el notario parecen más creíbles. A los fedatarios se suele llevar todo ‘cocinado’ por los más inteligentes de la familia, que suelen no estar lejos de algún abogado.
Las herencia ‘de campo’, es decir, las que se reparten fuera de notaría nacen con trampas. El botín ha sido repartido por los piratas de turno a priori. Al menos lo más valioso y más discreto de hacer desaparecer.

El detective privado es contratado muchas veces para localizar bienes ‘desaparecidos’ en conflictos derivados de herencia. 

Los más versados en el apropiarse de lo ajeno suelen practicar el desvío del foco. Lo explicamos: crean un conflicto nimio durante meses. Atizan polémicas, agravios, rencores y odios silentes. Cuado la guerra está en su fragor ellos tranquilamente disfrutan de una impunidad que les regala el tiempo perdido por los demás. Inventar ruinas es un clásico. O ‘contratar enfermeras’ si el fallecido estuvo meses en cama preciso de ayuda y cuidados.

Los detectives privados en temas de herencias acaban integrando la parte de la familia rota. Esa que jamás saludará por la calle, ni abrazará en ningún evento donde coincidan ex familiares. Qué pena!. Con lo bien que empezamos.          

 


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martes, 21 de enero de 2014

¿El detective privado como espía...?

Los últimos tiempos presentan al detective privado asociado al concepto de ‘espía’.

Noticias periodísticas, libros, reportajes en radio y TV nos hacen creer, dentro del mito fílmico-literario, que el binomio detective privado-espía es algo que no se puede disociar. Parecen pareja perfecta.  


Image courtesy of Stuart Miles / FreeDigitalPhotos.net
Del orbe anglosajón nos viene el modelo del espía contemporáneo. Las grandes guerras, intrigas de palacio, despacho del poder siempre se condimentan con algún discreto personaje bien contactado, con habilidades sociales, culto y políglota que hace preguntas u oye lo que le piden. Los espías son muy útiles para el estado o gobierno al que sirven.

No pueden imaginarse algunos desenlaces bélicos, pactos internacionales, movimientos de mercado o decisiones políticas sin el concurso de una buena información de la parte más oscura, la que se creía desatendida en cuanto a sus movimientos, actores e intereses que la sustancian.

Los espías están concentrados en cúpulas del poder con hilo directo en el proceso de toma de decisiones. Diseminados en escalas, operativas y analistas, se surten de las tecnologías para completar su tarea de análisis y obtención de datos. Los intereses a los que sirven les superan porque son permanentes e inamovibles: el estado manda. Otra cosa es que el factor humano encarne al gobierno, castas o lobbys cercanos al poder derive al espía hacia terrenos más pantanosos.

Hasta aquí podemos entender que los espías tengan las normas como referencia. Se sospecha que para colmatar el servicio al estado no siempre se respetan las leyes que nos alcanzan a todos. Dentro y fuera del territorio al que sirven los espías no siempre se reconocen como tales. Las misiones clandestinas lo son sencillamente porque jamás se admiten. En España el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) está ‘controlado’ por un magistrado del Supremo y supervisado por el Ministerio de Presidencia al que se adscribe. Si pensamos que se hace algo atípico no se comunicará a nadie que deba saberlo. Fuera de España, por ejemplo, a los agentes del CNI que no se quieran reconocer como tales jamás se les da cobertura diplomática que sí tienen sus colegas bajo cargos consulares de inconcretas tareas.

Dejando claro qué es un espía; al entender popular el ‘detective privado’ es muy diferente. 

Empecemos reconociendo que es un profesional libre que no ampara ningún organismo. La licencia que otorga el Ministerio del Interior sólo da derecho a ser multado más allá, y por mucho más, que cualquier infractor de normas administrativas. El detective privado basa su credibilidad en las fuentes que use y las comprobaciones que haga de lo que informe de su objetivo.

  • La profesionalidad no es pareja a la autorización administrativa. 
  • Tener licencia no es garantía de dogma. 
  • La verdad se documenta y trabaja, la suerte investigadora hay que buscarla. 
Para entendernos

El mito que lastra la palabra ‘detective’ viene de lo británico, en realidad y en la ficción. En los países que comparten el inglés el detective es un grado policial que antecede al de sargento, capitán, intendente, comisionado o cualquier otro que aplique cada cuerpo o país anglosajón donde el detectives español es el ‘investigador privado’ (private investigator).

Aquí, en España, somos diferentes, cómo no. El detective equivale al investigador privado y le pisa los talones la policía, que en países que hablan el idioma de Shakespeare, está llena de detectives, con o sin uniforme.

Es, por tanto, muy diferente un espía y un detective privado.

Las misiones son diferentes. Si viajamos al ‘detective’ ajeno puede investigar delitos, por ejemplo. Aquí ese mismo apelativo profesional es alguien que hace lo que puede para sus clientes, desamparado del poder, y cada vez más tiene menos hueco. El capital es su licencia, su vocación de servicio y ayudar a que la verdad no tenga únicos intérpretes. Son gajes del oficio.


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domingo, 19 de enero de 2014

El detective privado y la investigación de casos de corrupción

Hasta las agencias de los detectives privados llegan muchos afectados y agraviados por prácticas corruptas

Una de las mayores y legítimas preocupaciones de los españoles es la corrupción. Hace años se difuminaba, popularmente, el término con nepotismo, favoritismo, tráfico de influencias, amiguismo y un etcétera de buenas palabras que escondían uno de los cánceres que nos asolan.

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Los eufemismos no valen para afrontar una grave situación social de la que se beneficia una minoría en detrimento de una inmensa mayoría. En la calle oímos que ‘si quieres conocer a fulanito dale un carguito’. Esa realidad colmataba el ego de algún mediocre que, tras un despacho o disfrazado con uniforme, mandaba o modificaba su conducta sin aceptar críticas, opiniones ajenas o simplemente sensateces que molestan al sentido común.

Esa verdad que transformaba a cualquiera alcanza al poder del cargo, la firma o validar pagos, pedidos que la influencia del personaje podrían permitir. La corrupción del siglo XXI cambió de piel. No se practica individualmente. Las tramas colocan peones en organismos que sirven intereses determinados, de la mano o no de lobbys, partidos, sindicatos o leales sólo mientras haya treta donde chupar.

Escribimos estos porque hasta las agencias de los detectives privados llegan muchos afectados y agraviados por prácticas corruptas.

Son personas serias, trabajadoras y honestas hasta donde pueden demostrar a quienes perjudican anormalidades que van de la mano del corrupto.


Empresarios, profesionales, empleados públicos, PYMES y autónomos con víctimas de la lacra corrupta.
Pierden contratos, facturación, no ganan concursos, se arruinan o sencillamente no compiten con las mismas armas que sus colegas de sector. La corrupción tiene escalas, etapas y su denuncia casi siempre alcanza a terminales que acaban como cabezas de turco.

El detective privado en casos donde merodea algún corrupto o corruptor no lo tiene difícil. 

Su experiencia y olfato eliminan prólogos que confunden objetivos y esencias investigadoras. Los funcionarios ‘incompatibles’ por ejemplo suelen actuar impunes hasta que desvela algún investigador privado que su pareja, familiar, hijos o testaferros detentan negocios derivados del poder del empleado público. La torpeza de poner al frente de empresas a amas de casa sin cualificación, ni oficinas, ni experiencia es clave para pactar con corruptas salidas honrosas, si de ello se puede hablar. El mundo de los negocios exige delicadeza en algunos asuntos.

Los corruptos, no obstante, suelen exhibir patrimonio sin recato que no proviene de la nómina. Fincas, segundas residencias, autos de alta gama, costumbres caras (esquiar, viajes de lujo, caza mayor, golf, etc..). Esas pistas son la introducción para que los detectives privados naveguen por el alma y la piel del corrupto.

Otras prácticas que acreditan la utilidad del investigador privado para desenmascarar corruptos es contactar con subordinados hostiles para obtener datos del modus operandi, o bien de antiguos compañeros del personaje que hace del abuso un negocio muy particular.

Los corruptos, decíamos, no trabajan solos. Tienen cómplices, fieles y una justicia lenta que casi les garantiza impunidad. 

Vemos cómo meten mano en bancos, antiguas cajas de ahorro, empresas, instituciones, partidos, sindicatos sólo una minoría del total de ladrones. Unos pocos pagan, siempre, lo platos rotos que se esparcen en una mesa por cuyos bajos se mueven con tiempo para salir indemnes.

Los problemas que causan los corruptos a la sociedad los sufren muchos más de los que pensamos. Por eso pagamos más impuestos, recortan servicios y presupuestos públicos, sobrevive el déficit y deudas privadas.

Un detective no es un profesional desacertado para poner a buen recaudo a quienes hacen daño a sabiendas. Por esa razón los investigadores privados son tan malos, molestos e incomodan al poderoso…..  

         


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viernes, 17 de enero de 2014

Los detectives privados ante la competencia desleal

Falsos investigadores privados compiten con detectives privados y desprestigian la profesión

La crisis financiera, recortes presupuestarios, déficit público, carencia crediticia y otros factores hacen que muchos pugnen por el mismo mercado. Empresas, profesionales y autoridades sufren con impotencia la deriva que asola la bajada de la oferta en precios y sueldos mientras suben artículos básicos, suministros, impuestos…

Las conductas en el mercado libre se permiten hasta que se detentan posiciones de dominio o se actúa como monopolio. Es difícil determinar hasta dónde llega una cosa u otra. Las grandes empresas compiten a la postre pactando bajo la mesa acuerdos inconfesables. El pastel se trocea ante pequeños medianos y empleados atónitos.

Más debajo de cualquier sector productivo están PYMES, autónomos y profesionales que sufren intrusismo, competidores que no pagan impuestos, alquileres o propiedades o no cotizan por empleados. Esa guerra es más cruda por cercana.

Image courtesy of Stuart Miles / FreeDigitalPhotos.net
Quienes compiten bajando precios, hurtando calidades o mínimos o sin estar capacitados hacen más daño del que parece. Esa carga de profundidad hunde a la mayoría que se mueve bajo cánones de legalidad y limpieza en la libre competencia.

Los detectives privados sufren, desde la noche de los tiempos, la competencia desleal en sus propias carnes. 

Quienes tienen agencia instalada pierden clientes a favor de colegas que lo que deberían gastar en alquileres o compra de local lo gastan en publicidad.

Esos ‘detectives virtuales’ son fantasmas que ululan por Internet y sus únicas armas son el móvil y un correo electrónico.

Únicamente cobran el adelanto y se esfuman haciendo daño al resto de colegas que están al día con el fisco y tienen despacho donde garantizar la seguridad jurídica a su clientela, autoridades y proveedores.

Más allá de la lupa detectivesca encontramos con empresas que despiden o tramitan bajas voluntarias de empleados que usan datos reservados que conocieron mientras trabajaban en beneficio propio. Bajan precios a los mismos clientes que atendieron meses atrás mientras cobran subsidios por desempleo, subvenciones que fomentan lo contrario o créditos que avalan con la actividad ilegítima que les consolida al lado del dinero fácil.

El detective privado resulta especialmente funcional cuando alguien, persona física o jurídica,  sufre competencia desleal

A nivel laboral en sectores como construcción, automoción, servicios, marketing, asesorías hay mucho ‘listo’ o ‘lista’ que aprovecha la atalaya de su nómina, despacho o cargo para transferirlo a competidores, familiares o montar negocio en paralelo que perjudica su propio trabajo. Ser descubierto por el detective privado trae consecuencia: despido y posible demanda que repare los perjuicios causados.

‘Empresarios’ que mal pagan a sus trabajadores, difícilmente liquidan impuestos ofertan a la baja precios inasumibles o de pérdida para el resto de competidores. Entonces el detective si acredita tal práctica crea un problema legal de difícil defensa a los espabilados de turno. Los que hacen de esas trampas negocios suelen caracterizarse por la eventual impunidad con que se mueven. La fidelidad entre sus colaboradores se relativiza con que después aplican la misma medicina que aprendieron.

Los competidores desleales acaban luchando con antiguos empleados que hacen lo mismo. Aprendieron en una guarida que acaba como cantera. Los casos más habituales para el detective en casos de esta especie se dan entre quienes se conocen bien. Haber formado, aprendido y atesorado secretos y lo que os anglosajones llaman el know-how es un orgullo y un peligro cuando nuevos horizontes avizoran futuros no lejos de lo que venían haciendo algunos profesionales y ejecutivos empresariales.

Nunca debe estar lejos el detective privado de estos personajes. Es una inversión que horra miles de euros y muchos dolores de cabeza a empresarios con sentido común.            


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miércoles, 15 de enero de 2014

¿SON O NO ENFERMOS?

Los detectives privados investigan falsas enfermedades mentales

Los detectives que se precien de profesionalidad deben tener fino olfato para vislumbrar mentiras, fantasías o medias verdades en los relatos de sus clientes. En el mundo de la empresa, abogacía, ejecutivos y personas formadas se esconden individuos que contrataban investigadores privados arrastrados por enfermedades mentales.

No es papel del detective privado diagnosticar, evaluar ni tratar patologías de la cabeza. 

Image courtesy of Michal Marcol / FreeDigitalPhotos.net
Pero no está de más igualar o alcanzar la inteligencia con que ciertas personas esconden sus males mentales en encargos que parecen legítimos o se visten de esa normalidad que para el detective constituye buscar verdades.

La experiencia de los casos y los años hace que el ojo casi clínico del detective privado alerte de estas personas con las que mejor adoptar cautelas para evitar graves conflictos, denuncias o demandas judiciales.

Debe considerarse que al detective, y nunca nos cansaremos de repetirlo, se le adjudica un injusto plus de maldad como profesional siniestro reportado a los peores empeños.

Lo mismos trucos o prácticas que hace el detective lo hace un periodista, policía, escritor o fotógrafo y hablamos de un servicio a la sociedad digno de premio. 

El detective privado, sin embargo, merece ser analizado por la autoridad por si su operativa entraña delito.

Escribimos esto porque los celos enfermizos, paranoias, bipolaridad, personalidad límite o angustias vitales generan muchas visitas a agencias y encargos. El cliente-enfermo raramente desvela lo que no quiere que descubra el detective. Sólo le guía hacia sus particulares expectativas.

El conflicto surge cuando el detective no responde a las calenturas mentales de estos singulares clientes. Y la gravedad del entuerto está en el tono que adquieren las demandas del cliente. Las presiones de estos sujetos son inasumibles. Salir del entuerto parece tarea imposible.

Vayamos algunos ejemplos de la labor profesional de un investigador privado.

Un delegado territorial de una empresa sospechaba de un directivo de infidelidad laboral con la competencia.
El investigador privado realizó casi una decena de informes en los que el denominador común fue que las sospechas del cliente fueron tajantemente desmentidas. Un superior del delegado lo trasladó de destino, concretamente al extranjero, para evitar el despido. La historia se resumía en que aquel ejecutivo sabía de los males mentales diagnosticados de su exjefe.

Un agricultor empresario y potentado estaba convencido que jamás pudo emparejarse en su pueblo porque una bruja local le echó mal de ojo cuando era joven que le espantaron las mozas del lugar. El detective privado, ante tan insólita misión, descarte documentadamente de la fiebre del cliente. La respuesta del terrateniente fue furibunda. Tachó al detective privado de delincuente por no seguir su perversa justificación de soltería vitalicia.

Los celos enfermizos llevan a hombres y mujeres convencidos en la propiedad de sus parejas a despachos de detectives privados. Estos profesionales hacen lo que pueden para desmentir la mayoría de las veces sospechas que sólo se albergan en mentes disparatadas.

Últimamente hay que andarse con cuidado con algunos sujetos porque hasta exhiben a priori documentación psiquiátrica al detective. Con estas credenciales el mensaje subliminal es que si no hay resultados ‘a la carta’ esperan tormentas.

La moda de denunciar por presuntos ilícitos al detective por clientes y objetivos cala entre algunos jugadores y fiscales. Estas acciones legales ‘cuelan’ en juzgados porque parecen veraces. Se da el precepto de la coherencia. El plus de maldad hablado propicia que emperro muerda al humano, y no al revés. No es noticia lo contrario.

Deben saber los que esconden o visibilizan sus males mentales que los detectives privados no suelen tener pelos de tonto. Ni son imbéciles. Por cierto un grado psiquiátrico.

Nos preguntamos por último si estas personas son realmente enfermos. Su inteligencia les ha paseado por licenciaturas y doctorados universitarios, despachos importantes y consultas de especialistas. Pero difícilmente engañan al investigador privado. Su olfato huele a estos listos.          


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lunes, 13 de enero de 2014

Renta antigua, detectives modernos

Los detectives privados llevan décadas investigando a personajes curtidos en la picaresca que genera la ‘renta antigua’.

Los investigadores privados ante los inquilinos y los arrendadores


Las principales capitales españolas alojan pisos y locales, de generosas dimensiones por lo general, en los que sus inquilinos pagan rentas irrisorias. Los arrendadores suelen ser herederos de los iniciales o inversores, constructores, inmobiliarias y sociedades patrimoniales que compraron esos inmuebles en la esperanza de actualizar las rentas.

Más veces que menos suelen pagar más entre gastos de comunidad, contribución, mantenimiento, reformas, impuestos que lo percibido por rentas. La denominada ‘renta antigua’ es una felicidad para unos y una pesadilla para otros.

Los detectives privados llevan décadas investigando a personajes curtidos en la picaresca que genera la ‘renta antigua’. La utilidad del investigador privado en estoas misiones es sustantiva. Es la clave informativa y documental de incontables pactos, indemnizaciones, desahucios, nulidades contractuales o pleitos en los que la pataleta, la extorsión o la codicia del arrendador son el guión principal.

Normalmente, el detective recibe encargos con parquedad de datos por parte del cliente, el arrendador. El inquilino con estas rentas también contrata al detective, especialmente cuando se alega necesidad de ocupación del piso por el casero. El detective aquí suele acreditar que el dueño del piso dispone de otros inmuebles que satisfacen igual o mejor tan teóricas necesidades. Estas demandas sólo intentan ‘hacer caja’ desalojando al inquilino barato para sustituirlo por otro más rentable.

Los casos más reveladores para el detective son inquilinos fallecidos, cesiones a terceros no consentidas, subrogaciones no autorizadas o desocupación del piso o local de ‘renta antigua’.


La ley exige que los inmuebles alquilados deben ser ocupados por un mínimo de seis meses al año, por los titulares del contrato y dedicarlos a fines residenciales o identificar el negocio a desarrollar en los locales.

A partir de ahí surgen incontable situaciones en las que el detective debe acreditar el lugar real de residencia del ‘inquilino’, caso de desocuparlo más de seis meses por año o previamente identificar a los ‘okupas’ -por denominarlos de alguna forma- del piso o local en cuestión.

En cuanto a los fallecidos es común negar esta realidad fácilmente comprobable. La picardía de algunos familiares ‘resucitan’ al muerto durante años. El detective en estos casos fotografía tumbas, obtiene certificados de defunción o inserta esquelas en sus informes que matan nuevamente al muerto que jamás resucitó.

Pisos desocupados son ya pocos casos. Hay escasas viviendas baratas en España. Los titulares de estos pisos suelen visitarlos muy de vez en cuando, dejan encendido el frigorífico siempre, algún temporizador de alumbrado, y se hacen patentes en el vecindario afanados en cómplices o testigos en caso de pleito. Las más de las veces los conflictos judiciales sobre pisos y locales de ‘renta antigua’ tienen el denominador común del dinero. El arrendador quiere finiquitar el contrato y el inquilino exige sumas que se inician con muchos ceros y terminan adelgazadas por lo general. Especialmente cuando un ‘incómodo’ detective privado estropea la fiesta con su informe y pruebas al arrendador o al inquilino.

Los casos más peregrinos incluyen denuncias penales y hasta delitos condenados. La ‘renta antigua’ atesora recuerdos y vivencias familiares, negocios históricos, codicias de especulador, deplorable relación entre arrendador e inquilino y hasta conflictos de otra naturaleza en los que hay herencias y divorcios que suman temperatura al tema.

El investigador privado en los casos de ‘renta antigua’ entra por la ventana con su verdad cuando se le cierra la puerta. Choca con imponentes muros, pactos de silencios, versiones falsas, vecinos airados y testigos dudosos de los que debe extraer sólo la médula más sustantiva. La labor de síntesis para depurar la verdad es ardua porque las ‘rentas antiguas’ entrañan intereses en varias direcciones.

El buen detective privado se curte con estos casos que parecen inocentes pero dan mucho juego investigador. Si alguna vez en un boque viejo, destartalado, con carencia de mantenimiento hay un tipo, o una chica discreta, haciendo preguntas o dramatizando algún papel podría ser un detective. No nadie que cometa fechorías. El resto del caso sólo lo sabe su cliente…..

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viernes, 10 de enero de 2014

Los detectives privados antes la investigación de plagios

Los detectives privados suelen ser contratados para desenmascarar a los piratas que roban, copian e imitan ideas, diseños, listados confidenciales…

Hay más de lo que se piensa a nivel popular.

La terrible, y vigente, frase de Unamuno ‘que inventen ellos’ clavando el poco ingenio hispánico debe centrarse, en el siglo XXI, sobre usurpadores de la creatividad industrial e intelectual. Nuestro globalizado mundo concentra las patentes en Japón, Europa, Estados Unidos y Canadá.

España importa tecnología, provinente de estos países, en casi un 92% según acreditan varios estudios. No se oculta el desmantelamiento de nuestra I+D e I+D+i., investigación científica y el éxodo de nuestros expertos hacia países que les garantizan fondos, sueldos y equipos válidos.

A pesar de todo lo escrito los españoles están cotizados en el gremio de inventores aunque, desgraciadamente, se desarrollen y comercialicen fuera de nuestras fronteras. Más debajo de patentes y marcas hay creadores de obras, ideas, historias, fórmulas o secretos empresariales que sufren una plaga con quienes le plagian. Son legión los usurpadores y poco se comprende el daño que hacen a nuestra economía, fisco, empleo, etc….

Los investigadores privados investigan a estos piratas 

Los logos, por ejemplo, que se asocian a marcas con fuerte inversión publicitaria, conocimiento en el mercado y vigencia popular son el destino de los usurpadores. Equipos deportivos y marcas de gran consumo son quienes sufren los zarpazos de este fraude que acometen insolventes finalmente impunes.

Comités antipiratería se organizaron por colectivos defensores de la propiedad intelectual en cds, programas y soportes informáticos, películas y libros que casi siempre usan a los detectives para acreditar el recorrido más causa-efecto de los plagiadores.

La cuestionada SGAE usó ‘métodos’ llamémosle heterodoxos y llegó a impulsar un tributo (cánon) cuyos beneficios y prácticas beneficiaron a anteriores directivas ahora investigada sen juzgados. El daño de aquellos codiciosos nubló el legítimo derecho a los autores hartos que les pirateen. El denominado ‘cánon digital’ fuera declarado fuera de ley al criminalizar al usuario ajeno a prácticas ilícitas. Valga un ejemplo: comprar un auto no entraña que lo use su conductor para causar accidente o cometer delitos, un riesgo meramente potencial.

El investigador privado localiza el origen del fraude


Los detectives privados, especialmente los expertos en materia de propiedad intelectual e industrial, localizan fácilmente los orígenes del fraude y lo documentan. El punto finalista es la primera referencia del buen investigador.

ADAS (www.adaspain.com) es una agencia de detectives curtida en documentar fraudes en estas prácticas.

Ha localizado fabricantes de bebidas cuyas etiquetas y marcas han sido alteradas por usurpadores dentro y fuera de España. Ha localizado en incontables mercadillos, naves de polígonos remotos, parcelas y fincas residenciales a violadores de marcas registradas. En universidad que desarrollaban teóricamente patentes ha destapado tramas de docentes, becarios y doctorandos que intentaban ‘puentear’ ventas al propietario de la invención.

Los plagiadores no ven negocio cuando les pillan. Pero se piensan hacerlo cuando se les incauta el material usurpado. Esa mercancía al paralizarse en sus canales de venta representa una adversidad para unas prácticas que causan más daño, repetimos, del que puedan imaginar los desconocedores de esta problemática.

Otra cuestión es lo que escribíamos sobre SGAE. Al fraude no se le puede combatir con más fraude. Ese es el guión del ‘agente provocador’ del que se valen a veces algunos investigadores poco ortodoxos y los prestos a exagerar éxitos policiales en ruedas de prensa con mesas repletas de plagios que se quedan en nada en juzgados.

La utilidad del detective privado que centran estas líneas debe mesurarse con las pruebas que obtenga el investigador privado.

La licencia no es patente de corso ni oficialidad a priori. 

En caso de litigio lo que vale es la decisión judicial. La realidad del buen detective visualiza pactos entre propietario de patente o marca y quien le piratea. Es más barato y ágil. También se marcan sendas en la que el olfato del detective prima la creatividad sobre el defraudador.

Los inventores tienen ganada la batalla. Sólo a priori.    
     
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miércoles, 8 de enero de 2014

El detective privado ante la investigación de deslealtades

Al detective privado le encargan resolver dudas sobre la fidelidad en el contexto de la pareja, la empresa o la lealtad en el ámbito familiar.

El imprescindible filósofo José Ortega y Gasset escribió hace casi un siglo que ‘la distancia más corta entre dos corazones es la lealtad’.

La frase es vigente en el siglo XXI. Otros expertos añaden que la lealtad es cuestión orgánica y la fidelidad compete a la razón. Lo último, el género humano lo hace relativo porque la infidelidad es una sinrazón. Nadie sabe explicarla.

Vayamos al grano. Al detective privado acude un sinfín de personas desoladas por la traición o su grave sospecha. Es parcialmente cierto el tópico que al investigador privado le encargan resolver dudas sobre la fidelidad en el contexto de la pareja, la empresa o la lealtad en el ámbito familiar.

El cliente exige pruebas de la deslealtad al investigador privado

Los más expeditivos quieren pruebas expresas que jamás se podrán obtener. Nos referimos a las imposibles pruebas de alcoba, ternura de vía pública o desenfrenos libidinosos.

El investigador privado que acepta estos casos tiene dos graves problemas de obtener las evidencias requeridas.

  • De un lado, si fracasa se le tacha de mal profesional porque no supo seguir el hilo de la sospecha.
  • De obtener alguna prueba del infiel se crea un problema pues las reacciones ante lo tangible son inesperadas. 


Lo explicamos situándonos en otros escenarios. 

Cuando sabemos que anciano querido fallecerá, el momento del óbito es terrible pues jamás imaginamos que la frialdad del cuerpo contagia los peores sentimientos.

En terrenos de infidelidad la sospecha se achica cuando el detective privado consuma o plasma esa incógnita. Hay veces que se maldice al mensajero.


Otras ocasiones el mensajero suele atemperar la rabia e ira del cliente cuando tiene ante sus ojos la prueba de quien parecía ser su pareja perfecta se lo hace con otras persona. La ‘doble vida’ atormenta al más insensible. Desvelarla e ilustrarla es devastador para quienes van por la vida guiados de la buena fe infantil. No hay peor pesadilla que confiar en alguien que sabes te engaña.

Sobre la infidelidad hay categorías, escala de perdones y géneros.

Los hombres actúan diferente que las mujeres cuando les descubren sus ratos de infidelidad. El varón, ante la evidencia, asume lo más crudo. Inicialmente echa balones fuera hasta mandando al psicoterapeuta a la pareja que sospecha. De existir algún mensajito comprometedor, por ejemplo, reduce su culpa a la anécdota de una sóla vez, una prima lejana o un compañero de colegio al que hace años no ve. Los cariños se modulan a errores de transcripción. El mosqueo de la otra contraparte no cesa, por lo general. Aumenta como la marea alta el volumen de la traición.

Las mujeres suelen ser más guerreras defendiéndose de acusaciones de infidelidad.

Las niegan con vehemencia. No dudan de la salud mental de su pareja como los hombres, pero aprovechan para poner puntos sobre íes sin venir a cuento, o piden tiempo a solas para encontrarse a sí mismas de tener ocasión.

Si las pruebas de su engaño son evidentes reaccionan como fieras. 

Acusan a quien esgrime esa adversidad de todo el Código Penal. Además, le lanzan el cabo de la falta de confianza. Si, encima, hay un detective instrumental de la prueba, de inmediato es el mensajero de un mal bíblico. Añaden no esperarse tamaña ingratitud de alguien que invoca su perfil intachable.

Raramente admiten a las claras que metieron la pata y traicionaron sentimientos ajenos. Las mujeres ante la infidelidad, acorde a la experiencia de cualquier detective, son más inteligentes y vehementes. Para ellas una aventura forma parte del cuento del príncipe azul. Para ellos es una vocación o parte del machismo caduco especialmente cuando acecha la andropausia. La infidelidad cuando es pillada causa estragos en la pareja. No debemos obviar esta realidad. Son devastadoras las consecuencias.

Al final de alguna aventura amorosa ajena a la pareja el balance muy pocas veces es positivo. Lo escribe un veterano detective privado.


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lunes, 6 de enero de 2014

Delitos de cuello blanco.... el fraude fiscal

El detective privado suele localizar vínculos entre corruptos, mendaces, estafadores, falseadores o perjuros que los delatan

El investigador privado ante los delitos de cuello blanco

La crisis financiera, carencia de crédito, empobrecimiento, alza tributaria y de precios comenzó cuando se reiteraba la palabra ‘globalización’ bajo el dogma del ‘pensamiento único’. Sendos conceptos han logrado que trabajemos más por menos dinero, una minoría más abultada sea más rica, desaparezca la clase de media y sean millonarios los pobres de nada.

Esta evidente alarma social va unida al incremento delictivo que se ceba en propiedades, personas y empresas. Las autoridades niegan la mayor cual charlatanes. Los políticos repiten una increíble recuperación postcrisis en una sociedad, la española, que casi al 30% de su población roza la exclusión social y sustenta un aproximado 50% de desempleo juvenil.

Los delitos con violencia y sangre son portada en medios y causan mayor preocupación del ciudadano. Otros no son menos devastadores. Si nos referimos a lo que los anglosajones denominan ‘white collar crimes’ (delitos de cuello blanco) acusan mayores daños al ciudadano en su microeconomía por despidos masivos, bancarrotas, cierres patronales,  morosidad. Digamos que éstos ilícitos escandalizan menos que, por ejemplo, la violencia de género, agresiones sexuales, homicidios o robos.

El fraude fiscal, y seguimos con los ejemplos, alcanza a un 78% entre potentados, multinacionales, rentistas e inversionistas. El 18% restante alcanza al 95% de la población. Hablamos de contribuyentes que no les llega para invertir en SICAV que tributan al 1% y carecen de retenciones, o transferir fondos a paraísos fiscales desde infiernos tributarios.

El olfato del fisco, sin embargo sólo husmea a esa mayoría minoritaria que defrauda por sistema, etapas, bajo dosis, o por pura insolidaridad. Tal injusticia la fuerza una voracidad tributaria que escandaliza a quienes más que otros a sabiendas que los últimos pagarán poco o nada.

El detective privado, desde su atalaya profesional, suele documentar prácticas corruptas. Ahora se airean más porque se acabaron las vacas gordas presupuestarias, despilfarro generalizado, sobre-inversiones o directamente mecanismos que llenan arcas de patronales, sindicatos, partidos y empresas virtuales que se crean para menesteres sospechados.

El investigador privado establece vínculos entre alguien que hace trampas para beneficiarse. No mata a nadie, ni roba con violencia pero causa daños importantes en la comunidad. Hasta hace poco gozaron de impunidad porque en secreto tenían admiradores. Los prejubilados al cabo cobran por no trabajar años, décadas o lustros antes que el común de trabajadores.

Los ‘pelotazos’ que generaron los corruptos en organismos enriquecieron a una minoría que no genera riqueza. Guarda el botín a recaudo.

El detective privado suele localizar vínculos entre corruptos, mendaces, estafadores, falseadores o perjuros que los delatan.

Aunque paradójicamente no pueden investigar delitos el ‘cuello blanco’ es guión en demasiados informes detectivescos.

Vayamos a los ejemplos

  • Padres que fingen insolvencia para impagar pensiones a hijos
  • Herederos ‘listos’ que ocultan bienes, los minimizan o cubren de gastos ficticios
  • Peritos ‘a la carta’ vendidos al mejor postor, testigos ‘pagados’ de memoria selectiva
  • Auditores que maquillan cualquier cadáver, abogados que demandan o denuncian para confundir, dilatar o desviar el foco.
La estafa es difícil de condenar para los jueces pero prácticas que la rozan son demoledoras pues arruinan familias, patrimonios y negocios. Han prosperado con la crisis. Las mejores se quedan impunes.

La corrupción se caracteriza también por su impunidad pues nadie devuelve lo apropiado. Si imputan a unos pocos salen de rositas una inmensa mayoría. Las ‘cabezas de turco’, si no hay, se inventan.

Muchos informes del detective privado de turno engrosan sumarios judiciales para iluminarlo en verdades que se intentan ocultar. Las autoridades hacen lo que pueden con el ‘cuello blanco’ pero cada vez que cambia el gobierno se cambian a los expertos en estos delitos de destino. Si la lupa oficial se dirige al partido del gobierno desde que era oposición cambian los estilos y se visten como ‘nuevos equipos’ lo que garantiza impunidades.

Por esa realidad el investigador privado tiene mucho que decir en la investigación del ‘cuello blanco’. Ya ha acreditado experiencia y competencia en tales misiones operativas. Y es creìble porque solo se debe a su cliente y la verdad que le impone. No a la nómina funcionarial que le limita o el ganapán que le compre. Así son las cosas, guste o no guste.
               
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sábado, 4 de enero de 2014

CONSULTAS GRATIS. AYUDA VALIOSA

Los detectives privados españoles reciben, por lo general, llamadas de personas, empresas y abogados que están en un aprieto.

Otras veces no saben cómo resolver un problema para el que no encuentran alternativas razonables.

Los temas privados y familiares son los que más generan correos, charlas telefónicas o entrevistas personales en la agencia. Las empresas se comportan de forma más pragmática y van al grano en cuanto al tema que pretenden resolver o les afecta.

En cuanto a los abogados ven al detective privado como un instrumento de la estrategia que protege a su cliente.

Unos y otros acuden al investigador privado porque les persigue alguna incógnita que urge despejar. Hace décadas encontrábamos detectives que vivían de las consultas. Cobraban a precio de platino por su tiempo y por exhibir su cara al interlocutor de turno. Jugando con su fama o credibilidad y ayudado por la palabrería que siempre acompaña a la fechoría inocentona.

Se creían, aquellos detectives rancios, consultores de grandes enigmas. Al cabo ni siquiera osaban resolver nada. No pasaban de repetir fórmulas manidas o presumir de contactos de élite aquí y allá.

Esos detectives, además de cobrar por las consultas en la agencia o sobre facturados desplazamientos, tenían una segunda modalidad de cobro en la provisión de fondos tentativa. Se pedía una cifra modesta por comprobar tal o cual cosa. Pasados unos días el ya cliente comprobaba que había pagado por una consulta estéril y dinero por nada.

El firmante, allá a primeros de los ochenta, recibió toda clase de improperios e insultos de sus colegas por ofertar las consultas gratis.


La vocación de servicio de detective no puede ser asociada al cobro a priori por la petición de un mero presupuesto.

Las entendederas de la ‘vieja escuela’ se suavizó hasta la paradoja que ahora son mayoría quienes ofertan sin cargo el contacto y consulta con el investigador privado. En esa mayoría se esconden quienes mas chillaban ante la increíble ‘competencia desleal’ de la que fue acusado el firmante por colegas que ahora esgrimen como argumento publicitario no cobrar por verle la cara u oir a posible cliente.

Quien acude al detective es porque precisa ayuda. No va al investigador privado porque esté aburrido o pretenda hacer perder el cotizado tiempo del profesional.

La consulta, las más de las veces, se queda en nada. Suele generar alivio el consejo del detective respetable o quien se muestre al posible cliente ecuánime.


Muchas mujeres, maltratadas, abandonadas por falsos insolventes que fueron sus parejas o maridos, llaman a la puerta o teléfono de detective privado por la supervivencia de sus hijos o su seguridad personal. A estas personas no se le pueden contar historias. Quieren soluciones tangibles. No charlatanes.

Empresarios que tienen problemas recaban del detective presupuestos y estrategias ante empleados absentistas o infieles, competidores desleales, clientes morosos o proveedores incumplidores. Los abogados suelen consultar de qué forma le puede ayudar el detective. Cuando hay confianza es el profesional de derecho quien plantea la solución para someterla a criterio de viabilidad.

La ayuda del detective privado comienza con el primer contacto. 

Es el timbre de una puerta que se abrirá de par en par a quien quiera dejarse ayudar. Esa ‘consulta gratis’ de la que escribimos es la embajada del oficio a quien lleva tópicos y lugares comunes del investigador privado. Hay una minoría de posibles clientes que no dice toda la verdad al detective en su primer contacto. Endosa a terceros, familiares o vecinos la necesidad de ayuda cuando el tema les alcanza en primera persona. Esa falsa verdad hace que todo comience mal. Si queremos de alguien la verdad debe principiarse por ella misma. Y al detective que honra su licencia no le cuesta nada está cerca de esa verdad, y ayuda sincera, que debe dar a quien le llama o visita.

Todo lo demás es, repetimos, palabrería.                            

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