martes, 31 de diciembre de 2013

Buscar Bienes

Una de las mejores misiones de los detectives privados es satisfacer al cliente. Especialmente si se trata de rentabilizar lo que le paga al sabueso por su trabajo.

Cobrar lo que se adeuda es sólo posible, cuando el moroso obstaculiza, impide, esconde y retrasa deliberadamente el pago, por vía judicial o mediante pacto privado.

La morosidad es uno de los males contemporáneos que paraliza la economía. Afecta a la banca, empresas, divorciadas o madres sin ingresos, profesionales, comunidades de vecinos, trabajadores, proveedores, arrendadores, clientes…. Estos son algunos colectivos, por poner ejemplos, de tan demoledora situación.
No pagar a tiempo es un castillo de naipes lo que derrumba. Para paliar el problema es rentable invertir a priori en la solvencia del proveedor, cliente o socio.

Pero la utilidad del detective privado en tales menesteres es una historia que merece un aparte.

Buscar bienes es una de las tareas más apasionantes y enriquecedoras del buen investigador privado. Décadas atrás constituía una de las principales fuentes de ingresos. Normalmente, al detective se le contrataba para documentar bienes muebles e inmuebles sujetos a embargo. Hoy tales empeños son residuales porque sale gratis mediante la ejecución de sentencias judiciales.

La utilidad del detective ahora se ha redirigido hacia documentar la falsa insolvencia de los listos de turno, desvelar vínculos entre testaferros, personas interpuestas, hombres de paja o como se quieran llamar estos personajes que esconden bienes ajenos. Es delito vender antes de ser embargado cuando la deuda es firme o desviar bienes para no pagar obligaciones vencidas.

Los morosos del siglo XXI tienen varias modalidades. 

Los sobrevenidos es porque materialmente ni pueden pagar lo que deben. Se han quedado parados, se divorciaron y repartieron miserias y deudas, heredaron deudas en vez de bienes o la crisis les ha traído ruina.

Otros morosos lo son porque les gusta que les escriban, llamen, les persigan, demanden o les cuesta pagar lo que deben. Estos son clásicos en e argot. Les gusta dosificar sus bienes y activos a quienes les deben de todo.

Hay personajes más peligrosos y son los profesionales del impago. Intentan ser confundidos con los primeros, es decir, los que les vino mal la cosa. Estas son las historias que cuentan al menos.

Con tácticas dilatorias, las que de verdad retrasan demandas, excusas de toda clase alegando estancias hospitalarias, muerte de familiares, desgracias de variado tipo y origen viven en su cielo.

Cuando les acosa el acreedor cansado de palabrería, este moroso adopta el plan ‘b’. Cambia de domicilio, se muda hacia la deriva. Se esfuma entre familiares o parejas e íntimos solidarios.

La última fase del profesional moroso es aceptar ser pillado en su fechoría. Suele dar con su paradero y mentiras el detective más avezado. Pero el trato que propone es la quita de parte de la deuda o transformarse en insolvente. La paciencia del acreedor entonces se desmorona. Se entrega a la demanda judicial o la ejecutoria de sentencia.

El moroso, en suma, tiene plantilla millonaria en España. Lamentablemente mucha gente no puede pagar lo que debe. Los tipos de morosidad que describimos mayoritariamente son víctimas inocentes de la deuda más que actores de la mora.

Buscarle bienes al moroso es de los casos más divertidos para el detective detrás de profesionales en la materia. Los peores objetivos del sabueso son los morosos que viven al margen de la fiscalidad, ajenos a obligaciones tributarias y sociales y al día con efectivo que manejan en su bolsillo o debajo de la cama. A esos morosos no hay detective privado que les pille bien alguno. El mal lo llevan en su cotidiano. Por cierto, demasiado frecuente durante los últimos tiempos.

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miércoles, 18 de diciembre de 2013

El detective privado ante el absentismo laboral

El investigador privado es cada vez más demandado para investigar bajas laborales

Según estudios sectoriales casi un millón de españoles no acuden a su trabajo cada día. Calculando que la población activa supera los diecisiete millones de personas estamos ante casi un 4% de trabajadores, autónomos y funcionarios que no trabajan por diversas razones. Si añadimos que el desempleo en la edad laboral llega hasta el 30% de la población activa, el absentismo es un problema a considerar.

Según estadísticas son los mayores de 55 años, mujeres y trabajadores no cualificados son los más aficionados a no trabajar disfrutando de algún empleo. Cuando se aproximan edades próximas a la jubilación el absentismo crece hasta el 10%.

La iniciativa privada conviene en numerosos estudios que a partir del 5% el absentismo relativiza la rentabilidad. Paradójicamente, existen en España incontables organismos sustentados por el erario público cuyas tasas de absentismo supera el 15%. Ese dato nos recuerda dónde vivimos. Conviene recordar palabras de Unamuno: ¡Qué país, que paisaje, qué paisanaje!.

Consultas al detective privado de los empresarios, jamás de la admnistración pública.

Descendiendo hasta una modesta agencia de detectives contemplamos el fenómeno del absentismo como causa de numerosas consultas de empresarios y autónomos con plantilla. Jamás visitan a los detectives privados mandos funcionariales que intenten laminar el escaqueo laboral.

El caso que conduce a muchos consultantes hasta los detectives está cortado por el mismo patrón. Les preocupan empleados de baja que extienden sus dolencias hasta la exageración.

Esas ‘incapacidades laborales’, como oficialmente se conoce la baja, son demoledoras para las plantillas. Las ausencias de empleados obligan a contratar sustitutos, duplicar gastos y trastornos en el resto de sus compañeros. La insolidaridad de la baja raramente es analizada desde el punto de vista social. Se confunde, y esconde, la caradura con el derecho a cobrar mientras no se puede trabajar.

Los absentistas profesionales son personajes que fingen dolencias o dramatizan ante médicos y especialistas patologías que difícilmente se corroboran con pruebas diagnósticas. Suelen alegar dolencias musculares, neurológicas, funcionales o cefaleas que no se respaldan de estudios complementaros. Los males mentales son el cajón de sastre para los más espabilados en faltar al trabajo y vivir de la baja.

El detective privado ante un absentista lo suele tener fácil. 

Lo visualiza trabajando en algún negocio familiar, ayudando a obras domésticas o laborando en casa. El que cobre o no por la actividad incompatible que no conduzca a recuperar la salud laboral es la aduana para que el Informe del detective se invoque para el despido disciplinario y, al cabo, procedente.

Hay casos que las bajas son para actividades privadas, moralmente censurable pero que rozan solamente la legalidad. Hay casos que la baja es para preparar exámenes de promoción interna, trabajos en casa, cuidar enfermos o viajes privados. Muchos clientes de detectives han pagado facturas por estos informes y resultan decepcionados con resultados del que no tiene culpa del investigador privado.

Quienes usan la baja para trabajar en la competencia o se apropian de secretos empresariales para usarlos indebidamente son los peores personajes que contempla el detective.

La crisis que sola el empleo está minimizando el absentismo, pero incrementa las bajas reales por cuestiones mentales. Ansiedad, stress, angustia, depresión, acoso laboral son nuevos nombres que aparecen unidos a la baja en pocos años.


El detective que investiga bajas de trabajadores o directivos sabe que sus objetivos juegan con fuego por lo que no es, a veces, fácil el empeño de documentar la deslealtad laboral e insolidaridad de quien se da de baja en beneficio personal. No porque se recupere de alguna enfermedad o  accidente.          



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lunes, 16 de diciembre de 2013

TRUCOS DEL VETERANO

Los trucos del detective privado con experiencia

Cuando cualquiera sobrepasa décadas practicando un mismo oficio, no importa dónde, se dice que es veterano. 

Un escritor sevillano, Francisco Robles, acota que el concepto –local- de historia es lo que se repite dos tardes. Pero entre veteranías e historias surgen algunos ‘tips’ gratis que esperemos sean útiles para empresarios, particulares, abogados….

Sin más preámbulo, comencemos: Cuando alguien se presenta en un despacho, o coincide en cualquier lugar, con un relato ‘largo’ en el que pone énfasis parciales y no deja hablar al interlocutor, la verdad difícilmente asoma por el volcán de palabras que recibe el interlocutor.

La segunda versión es la más creíble

Si el receptor del mensaje quiere saber dónde está la verdad es mejor preguntarle descaradamente al final del relato a su contraparte: ¿Es verdad lo que me has contado?. Jugando con el factor sorpresa de la pregunta, si se repite resumidamente el relato de nuevo es donde más verdad hay. No en la primera versión. El resto se deja a gusto del receptor.

Las formas de comportarse del hombre y la mujer en las infidelidades

En cuanto a infidelidades hay paradojas. El hombre, cuando la practica, rejuvenece, se cuida más y despista –si es detallista- con regalos a la pareja que raramente recibió antes. Perseguido por citas antes infrecuentes, tardanzas desde el trabajo y viajes de difícil creencia este infiel de ser pillado lo acaba reconociendo, pide tiempo y una segunda oportunidad. Pillarlo no es difícil.

Las infidelidades en el hombre y la mujer


Las mujeres se comportan de otra forma. Jamás comparten con íntimos su otra relación, de hacerlo sería con personas seguras, mudas, ciegas y sordas del secreto. El rechazo sexual a su pareja o la frialdad es guión o justo lo contrario. Sentirse amada por dos personas al mismo tiempo multiplica el ego o acelera vanidades de final infeliz. Pillar en mentiras, ponerle cebos o advertir síntomas de infidelidad  no es difícil. Más lo es que una mujer admita a las claras que fue infiel a quien le quería y no se lo merecía. Lágrimas de cocodrilo, arrodillarse ante la verdad o prometer lo que no se va a cumplir no lo debe creer, si la mujer se enamoró de su infidelidad, ningún hombre sensato.

De otro lado, los adolescentes suelen esconder en su armario o cama los secretos que le conectan con la droga. No falla.

Hablando de empleados infieles o que abusan de la baja es fácil sospechar de tan impropias prácticas. Preguntar por ellos en competidores o a deshora en su casa suele ilustrar el paradero de estos listillos.
No es complejo pillar in fraganti fraude en siniestro falso que se intenta colar al seguro.

Las ‘llamadas cruzadas’ es una de las técnicas más utilizadas por los investigadores privados. Los partícipes del fraude suelen ser íntimos amigos, compadres o familiares. Preguntar a uno en casa del otro u otra concede fiabilidad a la sospecha. Los ‘testigos’ suelen estar en los mismos escenarios de complicidad.

Para descubrir paraderos que se ocultan es conveniente preguntar por el objetivo alegando que se le debe dinero y hasta se muestra algún fajo de billetes. Si se deja un teléfono y una tarjeta rápidamente aparece algún vecino solícito, si no apareció antes, intentado cobrar la deuda. Lo que no sabe el espabilado es que el investigador privado ya hizo su faena. Cumplió su misión. Si se usa el argumento contrario, es decir, se da a entender que se busca a un moroso todas las fuentes protegen. Hasta los enemigos.

Para cuantificar y documentar ingresos ocultos lo más llevadero es encargar algo extraordinario que finalmente se desecha. Por ejemplo, si se sospecha que alguien trabaja al margen de legalidades como fontanero se le plantea un encargo de varios pisos para que acceda al presupuesto por escrito o un pequeño encargo que acredita tan insolidaria actividad.

Estos trucos nunca fallan. El detective privado juega con la codicia ajena, o desvela al mentiroso que se cree más listo que sus semejantes.                  
 


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jueves, 12 de diciembre de 2013

ÚTILES, POR QUÉ NO. La utilidad del detective privado en la sociedad.

Los últimos tiempos pasean al detective privado español, en prensa y opinión pública, por los peores empeños.

Hablábamos que ya llevan ese plus de maldad que en el detective suena mal lo mismo que hace el policía o periodista. Además, se añade ahora que el detective perdió su nombre a ojos de miles de personas. Ahora es espía.

Y esa condición se aplica en contexto peyorativo, se endilga injustamente y cómo no la indefensión del sepultado detective se hace patente.

La utilidad del detective privado en la sociedad


La ‘leyenda negra’ del investigador privado la logró una minoría desalmada que usó sus credenciales y licencia para el dinero fácil, hacer trampas o creerse ese Gran Hermano que George Orwell describió.

El detective que intenta hacerlo bien desde que se levanta hasta que se acuesta es otra persona a las que nos presentan bajo intereses llamémosle poco recomendables. Es alguien que exclusivamente quiere ser útil a sus clientes, a quienes le sustentan, y a la sociedad donde presta sus servicios.

La información es poder, desmonta mentiras o medias verdades

Esa utilidad de la que hablamos se basa en que la información es poder y ayuda a concertar pactos que parecían imposibles. O desmonta mentiras, o relativiza verdades que parecían absolutas y están en realidad cargadas de parcialidades, las peores mentiras.

Vamos a dar ejemplos de por qué son útiles los investigadores privados

Incontables mujeres abandonadas por maridos o parejas se quedan con hijos y pagos en la casa. Las que trabajan no llegan a final de mes. Si el padre de los hijos dice que es insolvente, desecha pagar lo que debe por su ex pareja o hijos según acuerde el juzgado o simplemente desaparezca genera un problema para la corajuda madre que debe seguir sola.

El detective privado al descubrir bienes, ingresos, herencias o negocios ocultos del ‘insolvente’ suele propiciar que en juzgados se acepten tales descubrimientos investigadores Es decir, la desolada madre acaba cobrando pensión para sus hijos y, en su caso, para ella misma. Este no es baladí. Son miles las mujeres que se quedan sin nada tras el divorcio.

También las hay que ‘hacen negocio’ de dicha ruptura. Pero son minoría.

En temas de relaciones fracturadas está la denominada ‘violencia de género’. El detective suele destapar falsas denuncias, que las hay, o proteger a mujer maltratadas de acosos de ex parejas. Esa ayuda se extiende a repartir el patrimonio de lo que queda y asegurarse un futuro económico para la víctima.

Las pruebas para demostrar que un comercial, por ejemplo, lleva ventas de la competencia sin el lógico conocimiento de sus jefes son extremadamente útiles para plantear el despido o negociar lo que convenga a las partes. Estas pruebas acotan el fraude del que vive más de uno.

El absentismo de trabajadores es un problema hasta que cualquier detective acredite actividades incompatibles en período de baja del espabilado de turno. El Informe ayuda a que jamás se repitan bajas demasiado frecuentes o se libre una empresa de un vago redomado.

El fraude que sufren aseguradoras, bancos, financieras, hoteles suele contar con la valiosa ayuda de los detectives privados para resolverlo. Igual ocurre con plagios, usurpaciones, anónimos, sabotajes, localización de herederos y testigos, etc… Informes precisos describiendo las desechables prácticas ayudan a negociar acuerdos, formalizar demandas o saber datos que fortalecen posturas.

Penosamente la utilidad del detective parece algo individual. Cada uno cuenta su experiencia de cómo le ha ido. Nadie suele reconocer la valía de los investigadores privados pues se resta méritos propios o anejos al cargo. Los buenos lectores entenderán fácilmente la ironía.

Que el detective sea útil dependen de su talento, que hable claro con las fuentes y cliente. Los aficionados, con o sin licencia, entretienen al personal con palabrería de feriante. Su utilidad sólo es para el oído que soporte tan vanos discursos.      

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martes, 10 de diciembre de 2013

MOBBING, BULLYING

El Código Penal incorporó el acoso en su nómina delictiva.

Los detectives privados reciben muchas consultas sobre el acoso tanto en ámbitos escolares como laborales.

El detective privado y las investigaciones ante el bullying y mobbing
Los españoles somos demasiado aficionados a aceptar como propios anglicismos. Ciertas personas los pronuncian o escriben para ilustrar lo que quieren significar. Otros individuos los usan para ser más ‘modernos’ (cool, si apelamos al anglicismo correspondiente).

Lo que denominamos acoso los hispanoparlantes quienes se expresan en el idioma de Shakespeare lo conceptúan como ‘bullying’. En ámbitos laborales, profesionales y docentes tan impropia acción se llama ‘mobbing’.

Este acoso es conductual y practicado por una varias personas sobre una o varias también. Las técnicas se repiten en sendas situaciones: descalificaciones, anónimos, intimidaciones, amenazas, bulos, infamias… Los modos son físicos, psíquicos, virtuales por una o varias personas.

Recientemente el Código Penal español incorporó lo conocido popularmente como  ‘acoso’ en su nómina delictiva. Ya era hora. Incontables víctimas quedaban huérfanas de amparo penal. Más lamentable fue que los delincuentes salían airosos de unas hazañas que causaban devastadores efectos en personas, familias y patrimonios.

Hasta las agencias de detectives privados llegan infinidad de consultas por acosos en ámbitos escolares, entre estudiantes de secundaria y bachillerato principalmente. También, en contextos vecinales, laborales y familiares.

Ejemplos reales de esta prácticas investigadas por detectives privados

Lo mejor para conocer tan graves problemas que consultan al detective es ilustrar algunas consultas que generaron la contratación del investigador privado.

Una técnico de laboratorio oficial descubrió más patologías que las estadísticamente aceptables en muestras biológicas. Su obligación de denuncia la consumó con un informe a su inmediato superior.

Como aquella verdad era ‘políticamente incorrecta’, pues afectaba a una población con determinados hábitos sexuales, la técnico empezó a sufrir lo que conocemos como ninguneo en su trabajo. Estaba patrocinado desde la cúpula de su trabajo. El ‘mobbing’ se ejecutaba por fieles de los jefes inicialmente invisibles, anónimos. Se dedicaban a cambiar las claves del ordenador de la víctima, desordenar su mesa de trabajo, ocupar su plaza de garaje. Las lógicas quejas caían en saco roto.

Contratado el detective privado, que se hizo pasar por familiar de la técnico, descubrió detalles que ponen los pelos de punta. Una vez comprobó cómo un gorrión muerto yacía al fondo del buzón de la víctima del ‘mobbing’. Este mensaje tiene dos significados: sabemos dónde vives y a tu vida le quedan pocos días. Lo usa la mafia napolitana para intimidar.

Llamadas a deshora en el móvil y fijo de la víctima por personas que cuelgan o amenazan hicieron cambiar de número a la víctima. El detective pensó que todo conducía a que esta persona acabara en el diván de algún psiquiatra con paranoia. El paso siguiente era la baja médica y descalificar su trabajo previo que transparentaba una verdad incómoda para el poder.

Solución positiva tras el informe del detective privado

El informe del detective fue balsámico para que todo cesara y hasta firmaran varios superiores de la víctima una carta de disculpa aceptando sus impropias prácticas. Aquel documento posibilitó un cambio de destino de la técnico y no pleitear por el evidente ‘mobbing’ sufrido.

Esta historia acabo tan bien como la de un adolescente que recibía burlas, agresiones y mensajes en su móvil de la peor especie. El detective fue útil para identificar a los causantes del ‘bullying’ contratados por los padres del menor. El investigador privado contactó con los padres de los tres menores que protagonizaban tan repugnante acción y les hizo ver que contaba con pruebas para actuar legalmente.

En realidad era un farol. Pero coló gracias al miedo de unos padres que desconocían la ‘otra vida’ de sus hijos y a qué dedicaban parte del tiempo escolar sus vástagos.

Tres cartas de disculpa sirvieron para zanjar un ‘bullying’ que comenzaba a causar estragos en un menor que cambió de colegio. Cómo no. Documentar al detective le sirvió al detective para complacer a sus clientes. De otro lado, era una eficaz prueba para acreditar que ‘algo había pasado’ por si el futuro negaba una realidad que existió.

Como vemos, el acoso, con o sin anglicismos, es algo presente en nuestras vidas. Las víctimas raramente reconocen que lo sufren pues parte de la operativa es negarse autoestima, personalidad y hundirse en la miseria psíquica.

Hemos indicado cómo y por que el detective es ayuda eficaz para resolver estos problemas.                      



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miércoles, 4 de diciembre de 2013

La realidad y ficción de un detective privado

El investigador privado, del estereotipo del cine o la literatura y la realidad

Como no negaremos jamás la palabra o el concepto popular de ‘detective’ tiene innegables connotaciones con el cine y literatura. 

Imagen del Detective privado en el cine o la literatura
La imagen estereotipada del detective privado
en el cine o en la televisión
Para los ojos españoles el detective-personaje lleva gabardina, usa gafas negras, fuma cual poseso, es solitario y husmea sin ayuda de nadie casos imposibles.

En otras versiones más mundanas del icono los casos le reportan hacia escenarios exóticos, le persiguen costumbres de ‘bon vivant’, se comporta cual cosmopolita, viste de marca, conduce alta gama  y suele tener éxito entre bellas y sensuales mujeres.

En estas historias todo termina bien. Al detective privado le acompaña también alguna secretaria-confidente-cómplice, algún colaborador expeditivo y se codea en las élites de una sociedad donde las cloacas y sentinas parecen relativas. Al cabo, ese detective supervisa tales bajezas con desdén. Él está en otras cosas.

El sabueso, el solitario y el triunfador, son estereotipos asequibles para el lector o espectador.

Ese detective privado que todos tenemos en mente nos transporta a un mundo ajeno a nuestra realidad española, ahora azotada por peor crisis de las imaginables.

Esas ficciones nos confunden.

El vocablo ‘detective’ lo importamos del molde anglosajón. Ahí, en la realidad el detective es un empleo iniciático en los cuerpos policiales locales con y sin uniforme. En cuerpos estatales y federales anglosajones bajo detective se esconde un investigador privado carente de uniforme, universitario y con olfato más allá de los medios que le proporcionan sus jefes. Unos y otros investigan delitos.

Los que gastan porra y gorra recorren en patrulleros los delitos más vecinales y lo hacen por sí solos. Los investigadores que sólo se identifican con una placa o una poderosa pistola van en pareja y se confían detalles útiles para el caso o para desvelar pistas del crimen que investigan.

Esa realidad y ficción que nos viene de fuera aquí es diferente. Como ‘detective’ no hay nada oficial, si exceptuamos inspecciones policiales que padecen estos profesionales de la investigación privada. Los policías husmean esos archivos confidenciales mientras en las películas los ‘privados’ parece que olfatean delitos de exclusiva investigación policial.

No encontramos detectives privados, pues, en nuestras policías reales. Aquí son inspectores, oficiales, ejecutivos, o el abanico de eufemismos que dotan nuestras autoridades a quienes son mando y no tropa.

El Detective privado real

El detective español real, el de carne y hueso -sin embargo- tiene prohibido desde la noche de los tiempos investigar delitos. Corremos velos sobre los colegas literarios y fílmicos porque aquí los detectives terrenales no tienen yates, ni se acompañan rubias de infarto. Ya quisiéramos. Muy otro es que algunos mediocres con licencia para ocultar traumas fomenten el mito con ‘alta gama’ para presumir de su nihilismo.  

Esa dualidad, ese mito y realidad, causa interés y morbo para una mayoría sobre los detectives. Pero se acusan notables diferencias entre lo que percibimos en nuestro universo perceptivo del cine y literatura de género y rutinas para el detective español.

El buen investigador privado es un tipo que pasa desapercibido ante terceros. 

No alardea de lo que no debe y se empata con el escenario operativo de sus casos. La charlatanería es lugar común para dotar de una carente ‘oficialidad’ al detective que deshonra su licencia. Nadie cree que contratar un investigador privado sea patente de corso para ganar pleitos. Otra cosa que el profesional sea bueno y se pueda negociar lo que parecía imposible antes de contratar al detective idóneo.

Realidad y ficción confunden al ciudadano sobre el detective. Ese maridaje debería ser armónico y estanco donde cada contexto sea una ficción o una realidad.

Cierto es que sobre los detectives que lo hacen mal con sus clientes recae el sambenito colectivo. Por eso divulgar verdades ajustadas a la realidad es lo propio. Después que cada cual que se quede con lo mejor de cada cosa o extraiga sus propias conclusiones. Como repetía en sus escritos el inolvidable José Ortega y Gasset ‘allá cada uno con su cadaunada…’ .


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lunes, 2 de diciembre de 2013

El detective privado se dedica a investigar

Los detectives privados españoles sufren hipocresías sociales y de personas desinformadas, tópicos sobre iconos de sus colegas de papel o celuloide.

Además, les adjudican un plus de maldad inmerecido que gravita en perversiones, maquiavelismo, prácticas repugnantes que no tienen otros profesionales mas arropados por el poder o el interés público. 

Investigación


Nos referimos, por ejemplo, a policías o periodistas. Nadie criminaliza a los últimos si ‘investigan’ tramas por lo roles sociales que conllevan. De hacer algún detective privado lo mismo se endilga algún corrupto como mecenas o se destaca lo peor de su currículum. Últimamente, se le llama espía.

El detective privado no puede investigar delitos

Lo cierto es que, además, los investigadores privados españoles no pueden oficialmente investigar delitos. Se lo prohíbe taxativamente una Ley de Seguridad Privada y lo persigue una autoridad que siempre miró al investigador privado de reojo y con las esposas abiertas por si el sabueso olfatea algo que no le compete.

Los delitos son investigados oficialmente según y cómo. Las cárceles están llenas de desgraciados que no pueden pagar abogados o se les pasan plazos para pagar fianzas. La libertad es pagar….. ‘Comerse el marrón’ es tener la cartera escasa.

Las investigaciones para esclarecer delitos las desarrollan profesionales desbordados por las tasas delictivas. Muchos crímenes se descubren cruzando datos de bases, no siguiendo pistas infinitas que cuestan al erario público más que las medallas que se reparten los servidores de la ley por laminar el delito.

Debe decirse alto y claro que las policías españolas (Guardia Civil, policía local o autonómica y Cuerpo Nacional de Policía) no han perseguido al detective corporativamente. Esa vigilancia es más de películas. Pero los mandos policiales y los políticos tienen mucho interés en controlar al detective privado por si maneja información comprometedora y que se aleja de circuitos ‘controlables’.

Desde que se promulgara la primera norma contra los detectives españoles en 1951 prohibir investigar delitos ha sido guión repetido en 1972, 1981 y 1992, cuando se fechan posteriores normas sobre los sabuesos patrios.

La realidad del detective privado es otra. 

Decíamos que oficialmente los detectives no averiguan nada sobre delitos. Pero les encargan localizar patrimonios ocultos unidos a estafas o falsedades. O les interesan documentar competencias desleales en las que aparecen maquinaciones, prevaricaciones, usurpaciones, hurtos de datos, allanamientos, etc….

Quienes deben investigar delitos por encima de policías, jueces y fiscales, no hacen ascos a los informes de los detectives. Esa es la investigación de delitos que podríamos llamar oficiosa. Nos preguntamos por qué existe esa paradoja: una autoridad convalida lo que oficialmente prohíbe otra.

También nos cuestionamos por qué nuestras autoridades persisten en el error de no dejar a los detectives investigar delitos bajo el imperio y control judicial y o consienten y contratan las víctimas o encausados.
En un país de surrealismos sucede que ciertos delitos de ‘cuello blanco’ jamás se profundizan por falta de medios, denuncias o suficientes energías oficiales. Los crímenes que no destilan violencia ni tienen sangre en sus guiones parecen menos reprochables popularmente.

Ahí, por poner un ejemplo, el detective tiene un papel dinamizador que se le niega oficialmente. Pero muchos jueces saben que entre los detectives privados hay expertos en temas financieros que desentrañan telarañas societarias, desvelan testaferros, y localizan patrimonios ‘perdidos’ dentro y fuera de nuestras fronteras.

El clamor de que los detectives privados puedan investigar delitos debe salir del armario gremial y extenderse al ciudadano que deberá contar no sólo con la versión ‘oficial’ con archivos, sobreseimientos, o ciertas líneas investigadoras que hacen recalar años y años una Justicia lenta y con escasos reflejos ante el dinamismo de los delincuentes del siglo XXI.

Este investigador privado quiere que las películas de países anglosajones donde los sabuesos investigan delitos sea una realidad gozosa aquí, en un país latino donde la verdad molesta, el delito ofende relativamente y la impunidad repatea. Basta ya!


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jueves, 28 de noviembre de 2013

HISTORIA ESPAÑOLA DE SABUESOS

Los detectives privados españoles tienen una corta aunque fecunda historia.

En varios trabajos del firmante se ahondó sobre los pioneros del gremio. La génesis apuntan a ‘agentes de salón’ durante los reinados de Fernando VII e Isabel II durante el siglo XIX.

A principios del siglo XX surgen varios datos que permiten situar a los que olfatearon los primeros casos de los sabuesos hispanos. De un lado, se sabe que la legendaria Pinkerton Detective Agency de Chicago fue contratada por Lloyd Aéreo (hoy Iberia LAE-IAG) para localizar maletas perdidas en el vuelo inaugural Barcelona-Madrid en 1927.


Primera agencia de detectives privados en España

Veinte años antes, en 1907, hay noticias sobre la instalación de Agencia ‘Internacional’ en Barcelona. En 1908 surge en la misma capital ‘American Office’. Es en 1920 cuando el considerado pionero español, o al menos sobre el que se admite como tal, Enrique Cazenevue Cortés monta agencia en las cercanías de calle Balmes, también en la Ciudad Condal, cuna de los sabuesos patrios. Cazenevue integró un equipo de profesionales importante que acabaron independizándose. Mientras daba charlas en Radio Barcelona (Unión Radio, hoy cadena SER) sobre el oficio y llegó a escribir un libro (Detectivismo) donde trasmitía sus conocimientos.

En Madrid, sobre 1913, surgieron La Protectora y Oficina Internacional de Detectives. Estas dos agencias fueron el germen del afamado Instituto Fernández-Luna que acabó sus días con la segunda república (1931-1938).

Durante aquella breve experiencia democrática previa a la dictadura del General Franco surgieron agencias de investigadores privados en varias capitales españolas. Las lideraron cargos ‘depurados’ de Carabineros, Guardia de Asalto y Cuerpo de Investigación y Vigilancia cuando accedieron al poder los conservadores (CEDA y Radicales) durante el ‘bienio negro’.

El franquismo fue celoso de quienes manejaban información al margen de su implacable policía, inteligencia militar y espías de Falange. En 1951 publicó la primera norma para acotar el trabajo de los detectives privados. Les exigía renovar licencia cada año y el aval oficioso de la policía ay el sindicalismo vertical. Encuadró a las ‘agencias privadas de investigación’ –soslayando el término detective- en el Sindicato de Actividades Diversas en el entramado corporativo del nacionalsindicalismo.

En 1971 completó, agonizante, la Orden sobre las agencias pero para exigir más requisitos y avales policiales y sindicales.

El detective privado español con la Democracia

Con la Constitución democrática de 1978 se cambiaron los modos de ver al detective por parte del poder. Al final del mandato de Adolfo Suárez (1977-1981), concretamente en Enero de 1981 y bajo el sello del Ministro Juan José Rosón,  se promulgaron sendos decretos del ministerio de educación e interior. En el primero se configura la carrera de detective en los institutos de criminología en tres cursos superiores. En el segundo se otorgaban licencias a los detectives, sus auxiliares y se evitaba la renovación de licencia anual. Las meteduras de pata se castigaban con suspensión o revocación de licencia.

Es, desde finales de los setenta, cuando el gremio eclosiona al liberalizarse nuestras relaciones sociales, familiares y políticas. Surgen las primeras mujeres detective y centenares de agencias por todo el territorio estatal.

Durante el gobierno de Felipe González (1982-1996) surgen luces y sombras sobre los detectives privados españoles. De un lado, se asiste a la promulgación de las primeras decisiones judiciales que establecen jurisprudencia  sobre el carácter probatorio, testifical y pericial de conducta y a un reconocimiento social del profesional de la investigación privada.

Ley de Seguridad Privada de 1992 y el Detective Privado

De otro, se cuece la impropia Ley de Seguridad Privada de 1992. Se completa con un Reglamento en 1994 que encarcela al detective privado en un contexto que nada tiene que ver con su trabajo de investigación que se liga más a juzgados que a comisarías.

Aún reconociendo su singularidad operativa esta Ley parece un castigo contra los detectives. Algunos de ellos habían investigado el escándalo que hizo dimitir al vicepresidente Alfonso Guerra a cuenta de los trapicheos y corruptelas de su hermano Juan. También, sesudos informes de investigadores privados destaparon al que fuera primer director no militar de Guardia Civil Luis Roldán. El que fuera ministro Julián García Vargas tuvo que dimitir a cuenta de unas recalificaciones de terrenos que fueron investigadas por los afectados de una extraña trapisonda inmobiliaria.

Incómodos a un poder que prefiere tener aliados y no profesionales independientes con datos objetivos los detectives españoles se han multiplicado durante las últimas décadas aunque ahora acusan los devastadores efectos de la crisis.

Se ha concebido, por el nuevo gobierno del PP tras el que detentó José maría Aznar (1996-2004), una nueva Ley de Seguridad Privada en la que persiste el error de integrar a detectives con profesionales de dicho sector.

El duro e impagable régimen sancionatorio, control y fiscalización a priori de casos por la policía e inexplicable fianza y seguro que exige el texto de dicha norma hacen irrespirable al detective del siglo XXI su futuro profesional.

La crónica del investigador privado español supera cualquier ficción de sus colegas literarios o fílmicos. Las leyes terrenales condenarán, sin duda, a las cloacas al investigador privado. Son las mismas letrinas donde la sociedad acumula desechos cuyos propietarios se empeñan en castigar al mensajero de verdades incómodas.      


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lunes, 25 de noviembre de 2013

El detective privado ante las infidelidades

La infelidades y el detective privado, tópicos y típicos

Los tópicos sobre el detective privado aún le sitúan, las mentes más rancias, con la vela debajo de alguna cama donde se consuma el antiguo delito de adulterio. Era aquel testigo ‘huelebraguetas’ que fastidiaba la fiesta de pelillos a la mar.


Se creía que el investigador privado español apenas operaba casos de infidelidad, seguir los pasos de hijos difíciles o desvelar intrigas vecinales o de herederos. Todo esto es ya historia aunque una minoría alardee impropiamente de ‘prevenir el delito’ para justificar persecuciones de hábitos socialmente superados como escandalosos.

Cierto es que la infidelidad, la deslealtad,  es una tendencia conductual en algunas personas. No nos referimos a mujeriegos compulsivos o ninfómanas. Hay personas que las hormonas quizá le fomenten una vocación por lo prohibido o resistirse relativamente a la tentación.

La liberalización de nuestras relaciones sociales ha hecho mucho para que se incrementaran los divorcios, se posibiliten relaciones íntimas entre personas ya emparejadas o simplemente se de rienda suelta a pulsiones sexuales que tendrían consecuencias complejas en el ámbito del matrimonio o pareja de hecho.

La infidelidad no es patrimonio de faldas o pantalones. En ámbitos laborales se multiplican. Los bajos sueldos, ansias de prosperar o ser infiel per se ante el empleador tienen algo que ver. Ya nadie piensa en trabaos vitalicios en la misma empresa o pasársela de burócrata toda la vida laboral sin escapar de la rutina o de jefes quizá ‘colocados’ por exclusivas razones digitales.

La infidelidad tiene pautas, protocolos, técnicas. En el lecho de pareja hay frialdad. Se incrementan los reproches sobre realidades no los generaban. Salidas extrañas, tardanzas con raras excusas, fines de semana ‘de trabajo’ o viajes de difícil explicación podría representar el escenario propio del infiel.

Las comunicaciones compulsivas por el móvil, usar varias terminales, o esconderse tras recibir ciertos mensajes es sospechoso. No soltar el móvil para nada, apagarlo a ciertas horas o cambiar las claves con frecuencia suele sonar raro.

Las peleas de la pareja ante las evidencias de infidelidad sin pruebas enrarecen el ambiente aunque levantan alertas a quien practica la infidelidad. La víctima da pistas.

La infidelidad en sí causa más males que beneficios
Suele concluir con el fin de la pareja, tarde o temprano. Perdonar es sano, pero jamás se olvida. Si el infiel es hombre suele aceptar sus travesuras, algo más complejo en la mujer pillada. Raramente reconoce una verdad. Y algunas veces ésta canta por peteneras. Al infiel cazado se le derrumban todas las excusas, mentiras y trucos que le funcionaron hasta que algún detective tira de su trabajo.

En temas laborales la infidelidad es más complicada. Perder el trabajo es la amenaza en unos momentos donde del desempleo es difícil salir a no ser que se opte por convertirse en autónomo.

La infidelidad genera casos al detective pero ni se investiga como años atrás, con la única arma de la clásica y comprometedora vigilancia, ni quienes la practican se someten a unas pautas predeterminadas.

Queremos pensar que ser infiel compensa relativamente. El único activo que deja es contar aventuras de hombre o mujer que ha probado más de lo común. Quien recibe este mensaje piensa de inmediato que el infiel no es de fiar. Si es descubierta hay conflicto asegurado. Muchos detectives privados dejaron de investigarlas porque no ayudan a sus clientes descubriendo verdades sólo. Crean, los informes o pruebas del detective, un grave problema en la familia, amigos o parejas. Además, acabarán fragmentándose en bandos y entraña una traición raramente perdonable para la parte ofendida.

Nadie apuesta, ni cree, en una relación sentimental vitalicia entre dos personas. Pero si hay otros horizontes o presentes afectivos es mejor hablarlo para evitar traumas y problemas.  La infidelidad la asocia un detective más con la lágrima que con el gozo temporal.


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viernes, 22 de noviembre de 2013

QUÉ ESPERAMOS DEL DETECTIVE PRIVADO

Cómo es la experiencia, que nos deparará cuando solicitamos la ayuda de un investigador privado.

Pocos saben, cuando telefonean a una agencia o le mandan un correo, qué les depara la experiencia. Especialmente cuando es la primera vez que se contempla en la posible ayuda de un detective privado.

La idea que tenemos en España del detective privado se hipoteca bastante. No sabemos por dónde nos saldrá la apuesta si damos con lo peor de las licencias. Detectives tramposos, estafadores y sobrados no menudean en un gremio desconocido por el gran público. De lo normal hay plus valía siendo minoría la excelencia operativa. Como en todas las viñas hay de todo.

Si queremos contar algo al detective las consultas son inacabables para decir lo mismo.  El interlocutor del investigador en temas privados relata su historia acomodándola a su tesis. Después, espera que el informe el detective siga tal línea. El fallo está en que se ocultan verdades a priori.

El cliente de empresa para el detective es quien lo tiene más claro. Encarga temas sometidos a unos parámetros que conocen ambas partes. Suelen pactarse precios, horas de investigación y gastos. Últimamente la palabra crisis minimiza todo, hasta los encargos.

Las empresas contratan para  averiguar actividades incompatibles, en baja laboral, de empleados y directivos, infidelidades laborales, plagios de marcas, localizar patrimonio de morosos y a deudores. Documentar acosos, fraudes al seguro, sabotajes, etc…  o saber andanzas de candidatos a contrato es algo normal entre detective-cliente.

Los abogados suelen tenerlo también muy claro cuando contactan al detective privado. Las pruebas judiciales para pleitos o pactos son la consigna más habitual de encargos.

Los conflictos más frecuentes entre detective y cliente surgen de los encargos de particulares. Normalmente sus expectativas del investigador son diferentes a lo que le verbalizan. Suelen esconder verdades sustantivas para ilustrar el investigador.

Los resultados o los adelantos de informe son la chispa que detona el problema para no pagar lo convenido y reprochar lo incuestionable al detective. Hay demasiados casos en los que la verdad que logra el detective compromete al mismo cliente.

Ante tal situación, que se descubran mentiras del cliente o que censure compulsivamente algo que practica, el detective suele insinuar o sutilmente deslizar esas verdades. Si el cliente es lógico zanja todo.

Pero esto no es lo normal. Hay reclamos, notificaciones de pleito y denuncias contra detectives de clientes supuestamente insatisfechos o engañados que o quieren recuperar lo gastado en el detective o bien le asustan  para que no le conviene al cliente se sepa en determinados ambientes.

Detectives privados a la carta

Como hay una minoría de ‘detectives a la carta’, es decir, que el investigador privado se pliega a los intereses del cliente, si la verdad emerge `por otra vía hay conflicto. Y este se ventila en juzgados normalmente para relativizar esa verdad que se abre paso.

Las esperanzas profesionales del cliente con el detective deben ser honestas, claras y legítimas. El investigador debe conocer la verdad y datos completos del caso sobre el que se contrata al sabueso. De lo contrario se va muy mal para lograr esa satisfacción del cliente que todo profesional debe tener por norte.

Cuando alguien va a un bar y pide una cerveza, un vaso con el cereal y la espuma satisfacen al cliente. El del detective no es siempre así. El Investigador no siempre tiene la verdad delante excepto la que investigue y pueda desvelar.

El sentido común dicta los contratos se perfeccionan con el mero consentimiento. Quien contrata al detective quiere saber y éste proporciona el dato.



Ese es el nudo gordiano. No hay más. Lo demás son películas.


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martes, 19 de noviembre de 2013

CONSULTAS ANECDÓTICAS A UN DETECTIVE PRIVADO

Hay quien cree que el detective privado es la diana donde tirar toda clase de dardos.

Pocos saben qué esconde un personaje al que la literatura y literatura de género acerca tópicos y estereotipos de molde anglosajón sobre una realidad española que poco o nada tiene que ver.

Las anécdotas, sobre la realidad y ficciones que alberga el detective privado, surgen de inmediato. Muchas de ellas en la primera y única consulta al tipo que, sorprendido, no sabe si reírse o llorar ante su interlocutor. El detective no suele reflejar sus emociones ante el cliente o consultante.

Contaremos algunos sucedidos que nadan entre lo hilarante e increíble. Historías de un investigador privado


Una vez una señora llegó a la agencia con un niño de 3 ó 4 años. Ella contaba su historia mientras el menor fue calmado con un caramelo. El detective estaba preparado para los pequeños con un cenicero vacío de colillas y lleno de chucherías.

El pequeñín miraba fijo al investigador mientras éste seguía el relato verbal de la madre. Cuando el caramelo se terminaba el niño miraba el despacho y advirtió títulos y diplomas. Se agarró a la madre  y empezó a llorar como un poseso hasta el punto de interrumpir la consulta.

La madre le preguntaba al hijo por qué lloraba, qué había pasado para tanto llanto. El menor se agarraba más fuerte a su progenitora.

Gritaba: Mamá, mamá. Al final me pincha… Dirigía su mirada al detective.

El niño creyó que el detective era un médico sin bata pero algo raro porque se comportaría a lo que él no estaba acostumbrado. Esta aterrorizado sin duda porque tanta amabilidad conducía al doloroso pinchazo en el culete.

La madre, muy ceremoniosa, tranquilizó a su hijo repitiéndole que el médico en realidad era un ‘hombre bueno’. La prueba: otro caramelo entró en el paladar del niño.    

El detective privado, un servicio de emergencia ante infidelidades

Otra anécdota reseñable era un tipo que llamaba al detective pensando que era un servicio de emergencia ante la infidelidad de su esposa. Cada vez que sospechaba que la dama estaba ‘con el otro’ llamaba con insultos al detective exigiéndole que fotografiara el adulterio. Situémonos cuando tal delito era vigente.

El detective, con la guasa que requiere el caso, le respondía al airado interlocutor telefónico que antes de ir debía demostrar que los cuernos de quien llamaba debían ser afilados en la comisaría más cercana. Aquel defraudado marido al oir la terrible palabra ’cuernos’ colgaba ipso-facto el teléfono. Fin de la historia.

Más divertido, y surrealista, fue otro caso en el que el investigador privado fuera auxiliado en un accidente de tráfico por la persona a la que perseguía.  El objetivo frenó en una intersección su auto de alta gama. El investigador iba en motocicleta y, ante el frenazo, resbaló en el asfalto y chocó contra la parte trasera del objetivo. Muy solícito bajó del auto y se interesó por posibles lesiones. Daños materiales no hubo. Pero se acabó la vigilancia aquella tarde.    

De anecdótico e ingenioso se puede calificar un asunto en el que un detective privado no sabía cómo identificar a la pareja de su objetivo. Todos los intentos habidos, convencionales y trucos de toda especie fracasaron ante una persona que se había trasladado desde otra ciudad y nadie sabía su nombre.

El detective en su desesperación aprovechó que el objetivo no conducía autos ni tenía licencia para ello. Su pareja era quien cerraba un  negocio donde le ayudaba a última hora de la noche. Al abandonarlo, ambos iban para el coche y casi llegando al hogar en un semáforo el auto del detective chocó contra el de su objetivo, que iba conducido por su pareja. Al rellenar el parte de siniestro se desveló el misterio que tanto costó resolver al detective. Gajes del oficio.

El mito de que el detective debe disfrazarse no es irreal.

Digamos que es bueno naturalizarse con el caso a todos los niveles. Una pelea de socios sacaba cajas con documentación de una empresa por las mañanas desde una nave sita en una concurrida calle de un polígono.

El modus operandi de quienes sacaban ilegítimamente las cajas incluía a tres personas. Una salía a la calle para ver si había alguien que observase los movimientos de los otros dos. Cuando no había sospechosos de estar al tanto de cómo se sacaban las cajas el ‘avisador’ hacía gestos a sus colegas que primero sacaban sólo la cabeza antes que las cajas.
   
Las observaciones sobre la puerta donde salían las cajas fueron infructuosas, día tras día. No importaba si se cambiaba de coche, personas…. El caso iba directo al fracaso.

De pronto, y muy temprano, el detective compartió una ingeniosa treta con sus colaboradores. Salieron de la agencia con gafas negras y adquirieron varias tiras de cupones de ciego. Consiguieron una mesa de playa y dos sillas. Las pusieron frente a la nave desde donde salían las cajas con sus indebidos transportistas.

El ‘avisador’ miraba a los ciegos vendiendo cupones. Al ser tan jóvenes causaron compasión entre los viandantes y acabaron con los cupones en menos tiempo del esperado.

Se oía entre ’avisador’ y compinches: ‘no hay problema, son ciegos..’.

Volvieron a salir cajas de la nave. Fueron fotografiadas con cámaras que situaban entre sus piernas los ‘ciegos’.

Caso resuelto. Y cupones agotados.


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viernes, 15 de noviembre de 2013

CLIENTES EQUIVOCADOS, la cuestión del detective privado

Como dicta en sentido común el cliente es quien sustenta al detective privado.

Consejos al cliente de un detective privado
Quien va, por ejemplo, a una tienda o mercado a comprar un kilo de garbanzos tras entrar busca el estante donde encuentra las legumbres. Elige el producto, lo paga en caja y lo cocina como más le guste al comprador. En este caso el cliente adquiere algo tangible, convencional y que culmina las expectativas de quien precisa este alimento.

Si nos referimos al cliente, o lo pretende ser, del detective privado existen diferencias. Todos sabemos qué esperamos cuando acudimos a una consulta médica (recuperar la salud o asesorarnos ante una patología) pero al detective cuando le tenemos enfrente configuramos algo inconcreto o demasiado pulido para fines poco confesables.

Normalmente el cliente privado va a la agencia bajo alerta de algún problema o carente de argumentos informativos ante alguna adversidad, acoso o reclamo. 

El cliente de un investigador privado empresa es diferente.

La petición al detective es concreta y responde a prácticas más comunes: concretar absentismos laborales, localizar deudores, testigos o documentos, documentar fraudes al seguro, evidenciar competencia desleal o desenmascarar falsas crisis para no pagar o despedir.  

El abogado, asesor empresarial o procurador pide a las claras pruebas judiciales concretas para defender o desmontar tesis contrarias.

Pero el particular que acude a la agencia abarca un abanico de casos que difícilmente podríamos categorizar.


  • La clásica sospecha de infidelidad desata celos y paranoias. 
  • También tragedias familiares que sufren los más inocentes, por lo general menores y parientes. 
El detective si descubre al infiel en plenitud acaba siendo el malo de una película que tiene mal final. Estos casos, debe aclararse, ya son anecdóticos, pero llevan al detective privado incontables consultas, casos imposibles y factibles más desvelos que acaban por descubrirse lo obvio o lo que se sustenta exclusivamente en las calenturas mentales paranoicas.

Los clientes más difíciles para el detective privado son lo que a priori exigen resultados aunque son sutiles en disfrazarlo. Si no sucede lo que el cliente cree que pasa, o el detective desvela que no hay nada surge el conflicto con el postre del impago de la minuta o una despechada charla en la que el detective es malo o no dice la verdad sencillamente porque no se allana a las mentiras del cliente.

Pocos clientes dicen la verdad total que, por ejemplo, debe confesar un acusado ante su abogado. Suelen explicar, los clientes peores, generalidades sobre el caso, sus sospechas más parciales ocultando verdades que iluminan el caso que encarga.

Cuando el detective descubre y documenta su trabajo llega a comprometer lo que se advirtió en el momento  del encargo si el detective tiene buen ojo. Debe alertar a su cliente de los peligros y riesgos de cualquier investigación porque nada resulta tal y como se piensa inicialmente.

Los clientes se suelen equivocar, en los casos privados, más que el detective privado. La experiencia del sabueso aportar ese olfato que ha perdido de entrada el cliente, normalmente egoísta de resultados preconcebidos.
Más se equivocan los detectives que trabajan ‘a la carta’ o se adaptan a la pequeña parte de la verdad que sólo ve el cliente al confesarla.  Dice el refrán que cuando se le cierra la puerta a lo cierto acaba entrado por la ventana.

Un consejo para el cliente del detective privado


  • Debe ser conciso en su encargo. 
  • Apostar lo indispensable por sus sospechas o fines.
  • La verdad rellenará el caso con el esperado oficio del detective privado. 
  • Todo lo demás es perder tiempo y dinero.              



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martes, 12 de noviembre de 2013

PLEASE antes de contratar un detective privado, cítese en la agencia

Contactar con un detective privado es fácil pero exija unos requisitos mínimos por su seguridad.


Contactar al detective es fácil. Contratarlo es otra cosa. Es más fácil, pero exige requisitos mínimos. 


El primero es asegurarse que el investigador está autorizado por la autoridad.

En España los detectives privados están regulados, desde 1992 y 1994,  por Ley y Reglamento de Seguridad Privada. El Ministerio del Interior les otorga la denominada TIP (Tarjeta de identidad Profesional) a los detectives españoles. En esa credencial oficial figura el número de licencia y la identidad del titular.

A los investigadores les contactan por Internet potenciales clientes mediante correo electrónico. Ese formato desinhibe de miedos, perjuicios. Muchos acuden al teléfono para los primeros contactos con el detective y asegurarse de la viabilidad del posible encargo. Sobre todo la llamada o correo suele pedir precio, forma de pago y efectividad del servicio interesado por el comunicante.

Otras veces el posible cliente quiere verle la cara al profesional de la investigación privada. En ocasiones pone hasta el lugar de la cita para garantizar la discreción de la cita.

Como autocrítica gremial escribiremos que el marketing telefónico o vía Internet del detective abusa de palabrería, garantías imposibles o temerarias de resolver conflictos, desvelar verdades o ganar pleitos. También conviene añadir que el cliente dice raramente la verdad para casos privados, familiares o laborales.

En casos más flagrantes intenta que el detective sea a priori arma malvada para fines inconfesables.

Es muy importante aclarar por escrito en que términos de contrata al detective de forma equilibrada dejando claro que estamos ante un pacto de arrendamiento de servicios en la que quien los requiere sólo alberga expectativas de medios,  no de resultados. Ese matiz evita malentendidos a las partes que convienen usar los servicios del detective.

El detective debe siempre de localizar su despacho. 

Lo conveniente y deseable es que la agencia sede del investigador privado sea testigo de la firma del contrato.

Se advierte que hay un fenómeno llamado del ‘detective virtual’ que mezcla el futuro de vanguardias con la más rancia picaresca hispana. En Internet proliferan agencias sin sede, con señas ficticias o inexistentes. Es más, hay ‘profesionales expertos’ con y sin licencia de detective que excusan no citarse en el despacho alegando interminables obras, citas con clientes imaginarios o huecos en agendas ocupadísimas de quienes pescan clientes en hoteles, cafeterías con el único contacto de un móvil de tarjeta o correo virtual que jamás responden al cliente cuando ha pagado al ‘detective virtual’.

El timador usa toda clase de argucias para defraudar al bienintencionado cliente que le pagó un adelanto en efectivo. Pagar con cheque o tarjeta de crédito es un riesgo para el detective que vive de engañar pues deja huella ante posible denuncia de las víctimas de un fraude que va a más.

Las normas exigen lugar físico donde el detective atenderá sus clientes, inspecciones oficiales y notificaciones para citas judiciales. La crisis hace que los ‘detectives virtuales’ sean competidores desleales de sus colegas al día con el fisco. Los primeros no pagan local, impuestos, luz, comunidad… apenas publicidad en varios soportes donde ‘pescan’ clientes que jamás repetirán.

Estos ‘detectives virtuales’ son los embajadores de este noble oficio ante sus víctimas. Su práctica es, además de cuestionable, agravante para los que llevamos la tarea de investigar privadamente con orgullo y vocación de ayuda a quien precisa del detective.

Recomendamos, pues, al lector que por favor cuando se cite con un detective debe asegurarse que tenga licencia y despacho donde atender a sus clientes. Después cada cual opera los casos como mejor sabe.


Sólo resta alertar al cliente del detective que no de con lo peor del gremio. No está obligado a investigar al profesional a priori, pero éstas líneas intentan poner verdades sobre sombras de uno ‘virtuales’ que mejor se dediquen a otros menesteres.      


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