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viernes, 15 de noviembre de 2013

CLIENTES EQUIVOCADOS, la cuestión del detective privado

Como dicta en sentido común el cliente es quien sustenta al detective privado.

Consejos al cliente de un detective privado
Quien va, por ejemplo, a una tienda o mercado a comprar un kilo de garbanzos tras entrar busca el estante donde encuentra las legumbres. Elige el producto, lo paga en caja y lo cocina como más le guste al comprador. En este caso el cliente adquiere algo tangible, convencional y que culmina las expectativas de quien precisa este alimento.

Si nos referimos al cliente, o lo pretende ser, del detective privado existen diferencias. Todos sabemos qué esperamos cuando acudimos a una consulta médica (recuperar la salud o asesorarnos ante una patología) pero al detective cuando le tenemos enfrente configuramos algo inconcreto o demasiado pulido para fines poco confesables.

Normalmente el cliente privado va a la agencia bajo alerta de algún problema o carente de argumentos informativos ante alguna adversidad, acoso o reclamo. 

El cliente de un investigador privado empresa es diferente.

La petición al detective es concreta y responde a prácticas más comunes: concretar absentismos laborales, localizar deudores, testigos o documentos, documentar fraudes al seguro, evidenciar competencia desleal o desenmascarar falsas crisis para no pagar o despedir.  

El abogado, asesor empresarial o procurador pide a las claras pruebas judiciales concretas para defender o desmontar tesis contrarias.

Pero el particular que acude a la agencia abarca un abanico de casos que difícilmente podríamos categorizar.


  • La clásica sospecha de infidelidad desata celos y paranoias. 
  • También tragedias familiares que sufren los más inocentes, por lo general menores y parientes. 
El detective si descubre al infiel en plenitud acaba siendo el malo de una película que tiene mal final. Estos casos, debe aclararse, ya son anecdóticos, pero llevan al detective privado incontables consultas, casos imposibles y factibles más desvelos que acaban por descubrirse lo obvio o lo que se sustenta exclusivamente en las calenturas mentales paranoicas.

Los clientes más difíciles para el detective privado son lo que a priori exigen resultados aunque son sutiles en disfrazarlo. Si no sucede lo que el cliente cree que pasa, o el detective desvela que no hay nada surge el conflicto con el postre del impago de la minuta o una despechada charla en la que el detective es malo o no dice la verdad sencillamente porque no se allana a las mentiras del cliente.

Pocos clientes dicen la verdad total que, por ejemplo, debe confesar un acusado ante su abogado. Suelen explicar, los clientes peores, generalidades sobre el caso, sus sospechas más parciales ocultando verdades que iluminan el caso que encarga.

Cuando el detective descubre y documenta su trabajo llega a comprometer lo que se advirtió en el momento  del encargo si el detective tiene buen ojo. Debe alertar a su cliente de los peligros y riesgos de cualquier investigación porque nada resulta tal y como se piensa inicialmente.

Los clientes se suelen equivocar, en los casos privados, más que el detective privado. La experiencia del sabueso aportar ese olfato que ha perdido de entrada el cliente, normalmente egoísta de resultados preconcebidos.
Más se equivocan los detectives que trabajan ‘a la carta’ o se adaptan a la pequeña parte de la verdad que sólo ve el cliente al confesarla.  Dice el refrán que cuando se le cierra la puerta a lo cierto acaba entrado por la ventana.

Un consejo para el cliente del detective privado


  • Debe ser conciso en su encargo. 
  • Apostar lo indispensable por sus sospechas o fines.
  • La verdad rellenará el caso con el esperado oficio del detective privado. 
  • Todo lo demás es perder tiempo y dinero.              



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