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miércoles, 8 de enero de 2014

El detective privado ante la investigación de deslealtades

Al detective privado le encargan resolver dudas sobre la fidelidad en el contexto de la pareja, la empresa o la lealtad en el ámbito familiar.

El imprescindible filósofo José Ortega y Gasset escribió hace casi un siglo que ‘la distancia más corta entre dos corazones es la lealtad’.

La frase es vigente en el siglo XXI. Otros expertos añaden que la lealtad es cuestión orgánica y la fidelidad compete a la razón. Lo último, el género humano lo hace relativo porque la infidelidad es una sinrazón. Nadie sabe explicarla.

Vayamos al grano. Al detective privado acude un sinfín de personas desoladas por la traición o su grave sospecha. Es parcialmente cierto el tópico que al investigador privado le encargan resolver dudas sobre la fidelidad en el contexto de la pareja, la empresa o la lealtad en el ámbito familiar.

El cliente exige pruebas de la deslealtad al investigador privado

Los más expeditivos quieren pruebas expresas que jamás se podrán obtener. Nos referimos a las imposibles pruebas de alcoba, ternura de vía pública o desenfrenos libidinosos.

El investigador privado que acepta estos casos tiene dos graves problemas de obtener las evidencias requeridas.

  • De un lado, si fracasa se le tacha de mal profesional porque no supo seguir el hilo de la sospecha.
  • De obtener alguna prueba del infiel se crea un problema pues las reacciones ante lo tangible son inesperadas. 


Lo explicamos situándonos en otros escenarios. 

Cuando sabemos que anciano querido fallecerá, el momento del óbito es terrible pues jamás imaginamos que la frialdad del cuerpo contagia los peores sentimientos.

En terrenos de infidelidad la sospecha se achica cuando el detective privado consuma o plasma esa incógnita. Hay veces que se maldice al mensajero.


Otras ocasiones el mensajero suele atemperar la rabia e ira del cliente cuando tiene ante sus ojos la prueba de quien parecía ser su pareja perfecta se lo hace con otras persona. La ‘doble vida’ atormenta al más insensible. Desvelarla e ilustrarla es devastador para quienes van por la vida guiados de la buena fe infantil. No hay peor pesadilla que confiar en alguien que sabes te engaña.

Sobre la infidelidad hay categorías, escala de perdones y géneros.

Los hombres actúan diferente que las mujeres cuando les descubren sus ratos de infidelidad. El varón, ante la evidencia, asume lo más crudo. Inicialmente echa balones fuera hasta mandando al psicoterapeuta a la pareja que sospecha. De existir algún mensajito comprometedor, por ejemplo, reduce su culpa a la anécdota de una sóla vez, una prima lejana o un compañero de colegio al que hace años no ve. Los cariños se modulan a errores de transcripción. El mosqueo de la otra contraparte no cesa, por lo general. Aumenta como la marea alta el volumen de la traición.

Las mujeres suelen ser más guerreras defendiéndose de acusaciones de infidelidad.

Las niegan con vehemencia. No dudan de la salud mental de su pareja como los hombres, pero aprovechan para poner puntos sobre íes sin venir a cuento, o piden tiempo a solas para encontrarse a sí mismas de tener ocasión.

Si las pruebas de su engaño son evidentes reaccionan como fieras. 

Acusan a quien esgrime esa adversidad de todo el Código Penal. Además, le lanzan el cabo de la falta de confianza. Si, encima, hay un detective instrumental de la prueba, de inmediato es el mensajero de un mal bíblico. Añaden no esperarse tamaña ingratitud de alguien que invoca su perfil intachable.

Raramente admiten a las claras que metieron la pata y traicionaron sentimientos ajenos. Las mujeres ante la infidelidad, acorde a la experiencia de cualquier detective, son más inteligentes y vehementes. Para ellas una aventura forma parte del cuento del príncipe azul. Para ellos es una vocación o parte del machismo caduco especialmente cuando acecha la andropausia. La infidelidad cuando es pillada causa estragos en la pareja. No debemos obviar esta realidad. Son devastadoras las consecuencias.

Al final de alguna aventura amorosa ajena a la pareja el balance muy pocas veces es positivo. Lo escribe un veterano detective privado.


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lunes, 16 de diciembre de 2013

TRUCOS DEL VETERANO

Los trucos del detective privado con experiencia

Cuando cualquiera sobrepasa décadas practicando un mismo oficio, no importa dónde, se dice que es veterano. 

Un escritor sevillano, Francisco Robles, acota que el concepto –local- de historia es lo que se repite dos tardes. Pero entre veteranías e historias surgen algunos ‘tips’ gratis que esperemos sean útiles para empresarios, particulares, abogados….

Sin más preámbulo, comencemos: Cuando alguien se presenta en un despacho, o coincide en cualquier lugar, con un relato ‘largo’ en el que pone énfasis parciales y no deja hablar al interlocutor, la verdad difícilmente asoma por el volcán de palabras que recibe el interlocutor.

La segunda versión es la más creíble

Si el receptor del mensaje quiere saber dónde está la verdad es mejor preguntarle descaradamente al final del relato a su contraparte: ¿Es verdad lo que me has contado?. Jugando con el factor sorpresa de la pregunta, si se repite resumidamente el relato de nuevo es donde más verdad hay. No en la primera versión. El resto se deja a gusto del receptor.

Las formas de comportarse del hombre y la mujer en las infidelidades

En cuanto a infidelidades hay paradojas. El hombre, cuando la practica, rejuvenece, se cuida más y despista –si es detallista- con regalos a la pareja que raramente recibió antes. Perseguido por citas antes infrecuentes, tardanzas desde el trabajo y viajes de difícil creencia este infiel de ser pillado lo acaba reconociendo, pide tiempo y una segunda oportunidad. Pillarlo no es difícil.

Las infidelidades en el hombre y la mujer


Las mujeres se comportan de otra forma. Jamás comparten con íntimos su otra relación, de hacerlo sería con personas seguras, mudas, ciegas y sordas del secreto. El rechazo sexual a su pareja o la frialdad es guión o justo lo contrario. Sentirse amada por dos personas al mismo tiempo multiplica el ego o acelera vanidades de final infeliz. Pillar en mentiras, ponerle cebos o advertir síntomas de infidelidad  no es difícil. Más lo es que una mujer admita a las claras que fue infiel a quien le quería y no se lo merecía. Lágrimas de cocodrilo, arrodillarse ante la verdad o prometer lo que no se va a cumplir no lo debe creer, si la mujer se enamoró de su infidelidad, ningún hombre sensato.

De otro lado, los adolescentes suelen esconder en su armario o cama los secretos que le conectan con la droga. No falla.

Hablando de empleados infieles o que abusan de la baja es fácil sospechar de tan impropias prácticas. Preguntar por ellos en competidores o a deshora en su casa suele ilustrar el paradero de estos listillos.
No es complejo pillar in fraganti fraude en siniestro falso que se intenta colar al seguro.

Las ‘llamadas cruzadas’ es una de las técnicas más utilizadas por los investigadores privados. Los partícipes del fraude suelen ser íntimos amigos, compadres o familiares. Preguntar a uno en casa del otro u otra concede fiabilidad a la sospecha. Los ‘testigos’ suelen estar en los mismos escenarios de complicidad.

Para descubrir paraderos que se ocultan es conveniente preguntar por el objetivo alegando que se le debe dinero y hasta se muestra algún fajo de billetes. Si se deja un teléfono y una tarjeta rápidamente aparece algún vecino solícito, si no apareció antes, intentado cobrar la deuda. Lo que no sabe el espabilado es que el investigador privado ya hizo su faena. Cumplió su misión. Si se usa el argumento contrario, es decir, se da a entender que se busca a un moroso todas las fuentes protegen. Hasta los enemigos.

Para cuantificar y documentar ingresos ocultos lo más llevadero es encargar algo extraordinario que finalmente se desecha. Por ejemplo, si se sospecha que alguien trabaja al margen de legalidades como fontanero se le plantea un encargo de varios pisos para que acceda al presupuesto por escrito o un pequeño encargo que acredita tan insolidaria actividad.

Estos trucos nunca fallan. El detective privado juega con la codicia ajena, o desvela al mentiroso que se cree más listo que sus semejantes.                  
 


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lunes, 25 de noviembre de 2013

El detective privado ante las infidelidades

La infelidades y el detective privado, tópicos y típicos

Los tópicos sobre el detective privado aún le sitúan, las mentes más rancias, con la vela debajo de alguna cama donde se consuma el antiguo delito de adulterio. Era aquel testigo ‘huelebraguetas’ que fastidiaba la fiesta de pelillos a la mar.


Se creía que el investigador privado español apenas operaba casos de infidelidad, seguir los pasos de hijos difíciles o desvelar intrigas vecinales o de herederos. Todo esto es ya historia aunque una minoría alardee impropiamente de ‘prevenir el delito’ para justificar persecuciones de hábitos socialmente superados como escandalosos.

Cierto es que la infidelidad, la deslealtad,  es una tendencia conductual en algunas personas. No nos referimos a mujeriegos compulsivos o ninfómanas. Hay personas que las hormonas quizá le fomenten una vocación por lo prohibido o resistirse relativamente a la tentación.

La liberalización de nuestras relaciones sociales ha hecho mucho para que se incrementaran los divorcios, se posibiliten relaciones íntimas entre personas ya emparejadas o simplemente se de rienda suelta a pulsiones sexuales que tendrían consecuencias complejas en el ámbito del matrimonio o pareja de hecho.

La infidelidad no es patrimonio de faldas o pantalones. En ámbitos laborales se multiplican. Los bajos sueldos, ansias de prosperar o ser infiel per se ante el empleador tienen algo que ver. Ya nadie piensa en trabaos vitalicios en la misma empresa o pasársela de burócrata toda la vida laboral sin escapar de la rutina o de jefes quizá ‘colocados’ por exclusivas razones digitales.

La infidelidad tiene pautas, protocolos, técnicas. En el lecho de pareja hay frialdad. Se incrementan los reproches sobre realidades no los generaban. Salidas extrañas, tardanzas con raras excusas, fines de semana ‘de trabajo’ o viajes de difícil explicación podría representar el escenario propio del infiel.

Las comunicaciones compulsivas por el móvil, usar varias terminales, o esconderse tras recibir ciertos mensajes es sospechoso. No soltar el móvil para nada, apagarlo a ciertas horas o cambiar las claves con frecuencia suele sonar raro.

Las peleas de la pareja ante las evidencias de infidelidad sin pruebas enrarecen el ambiente aunque levantan alertas a quien practica la infidelidad. La víctima da pistas.

La infidelidad en sí causa más males que beneficios
Suele concluir con el fin de la pareja, tarde o temprano. Perdonar es sano, pero jamás se olvida. Si el infiel es hombre suele aceptar sus travesuras, algo más complejo en la mujer pillada. Raramente reconoce una verdad. Y algunas veces ésta canta por peteneras. Al infiel cazado se le derrumban todas las excusas, mentiras y trucos que le funcionaron hasta que algún detective tira de su trabajo.

En temas laborales la infidelidad es más complicada. Perder el trabajo es la amenaza en unos momentos donde del desempleo es difícil salir a no ser que se opte por convertirse en autónomo.

La infidelidad genera casos al detective pero ni se investiga como años atrás, con la única arma de la clásica y comprometedora vigilancia, ni quienes la practican se someten a unas pautas predeterminadas.

Queremos pensar que ser infiel compensa relativamente. El único activo que deja es contar aventuras de hombre o mujer que ha probado más de lo común. Quien recibe este mensaje piensa de inmediato que el infiel no es de fiar. Si es descubierta hay conflicto asegurado. Muchos detectives privados dejaron de investigarlas porque no ayudan a sus clientes descubriendo verdades sólo. Crean, los informes o pruebas del detective, un grave problema en la familia, amigos o parejas. Además, acabarán fragmentándose en bandos y entraña una traición raramente perdonable para la parte ofendida.

Nadie apuesta, ni cree, en una relación sentimental vitalicia entre dos personas. Pero si hay otros horizontes o presentes afectivos es mejor hablarlo para evitar traumas y problemas.  La infidelidad la asocia un detective más con la lágrima que con el gozo temporal.


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