Cómo es la experiencia, que nos deparará cuando solicitamos la ayuda de un investigador privado.
Pocos saben, cuando telefonean a una agencia o le mandan un correo, qué les depara la experiencia. Especialmente cuando es la primera vez que se contempla en la posible ayuda de un detective privado.
La idea que tenemos en España del detective privado se hipoteca bastante. No sabemos por dónde nos saldrá la apuesta si damos con lo peor de las licencias. Detectives tramposos, estafadores y sobrados no menudean en un gremio desconocido por el gran público. De lo normal hay plus valía siendo minoría la excelencia operativa. Como en todas las viñas hay de todo.Si queremos contar algo al detective las consultas son inacabables para decir lo mismo. El interlocutor del investigador en temas privados relata su historia acomodándola a su tesis. Después, espera que el informe el detective siga tal línea. El fallo está en que se ocultan verdades a priori.
El cliente de empresa para el detective es quien lo tiene más claro. Encarga temas sometidos a unos parámetros que conocen ambas partes. Suelen pactarse precios, horas de investigación y gastos. Últimamente la palabra crisis minimiza todo, hasta los encargos.
Las empresas contratan para averiguar actividades incompatibles, en baja laboral, de empleados y directivos, infidelidades laborales, plagios de marcas, localizar patrimonio de morosos y a deudores. Documentar acosos, fraudes al seguro, sabotajes, etc… o saber andanzas de candidatos a contrato es algo normal entre detective-cliente.
Los abogados suelen tenerlo también muy claro cuando contactan al detective privado. Las pruebas judiciales para pleitos o pactos son la consigna más habitual de encargos.
Los conflictos más frecuentes entre detective y cliente surgen de los encargos de particulares. Normalmente sus expectativas del investigador son diferentes a lo que le verbalizan. Suelen esconder verdades sustantivas para ilustrar el investigador.
Los resultados o los adelantos de informe son la chispa que detona el problema para no pagar lo convenido y reprochar lo incuestionable al detective. Hay demasiados casos en los que la verdad que logra el detective compromete al mismo cliente.
Ante tal situación, que se descubran mentiras del cliente o que censure compulsivamente algo que practica, el detective suele insinuar o sutilmente deslizar esas verdades. Si el cliente es lógico zanja todo.
Pero esto no es lo normal. Hay reclamos, notificaciones de pleito y denuncias contra detectives de clientes supuestamente insatisfechos o engañados que o quieren recuperar lo gastado en el detective o bien le asustan para que no le conviene al cliente se sepa en determinados ambientes.
Detectives privados a la carta
Como hay una minoría de ‘detectives a la carta’, es decir, que el investigador privado se pliega a los intereses del cliente, si la verdad emerge `por otra vía hay conflicto. Y este se ventila en juzgados normalmente para relativizar esa verdad que se abre paso.
Las esperanzas profesionales del cliente con el detective deben ser honestas, claras y legítimas. El investigador debe conocer la verdad y datos completos del caso sobre el que se contrata al sabueso. De lo contrario se va muy mal para lograr esa satisfacción del cliente que todo profesional debe tener por norte.
Cuando alguien va a un bar y pide una cerveza, un vaso con el cereal y la espuma satisfacen al cliente. El del detective no es siempre así. El Investigador no siempre tiene la verdad delante excepto la que investigue y pueda desvelar.
El sentido común dicta los contratos se perfeccionan con el mero consentimiento. Quien contrata al detective quiere saber y éste proporciona el dato.
Ese es el nudo gordiano. No hay más. Lo demás son películas.
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