domingo, 19 de enero de 2014

El detective privado y la investigación de casos de corrupción

Hasta las agencias de los detectives privados llegan muchos afectados y agraviados por prácticas corruptas

Una de las mayores y legítimas preocupaciones de los españoles es la corrupción. Hace años se difuminaba, popularmente, el término con nepotismo, favoritismo, tráfico de influencias, amiguismo y un etcétera de buenas palabras que escondían uno de los cánceres que nos asolan.

Image courtesy of hin255 / FreeDigitalPhotos.net
Los eufemismos no valen para afrontar una grave situación social de la que se beneficia una minoría en detrimento de una inmensa mayoría. En la calle oímos que ‘si quieres conocer a fulanito dale un carguito’. Esa realidad colmataba el ego de algún mediocre que, tras un despacho o disfrazado con uniforme, mandaba o modificaba su conducta sin aceptar críticas, opiniones ajenas o simplemente sensateces que molestan al sentido común.

Esa verdad que transformaba a cualquiera alcanza al poder del cargo, la firma o validar pagos, pedidos que la influencia del personaje podrían permitir. La corrupción del siglo XXI cambió de piel. No se practica individualmente. Las tramas colocan peones en organismos que sirven intereses determinados, de la mano o no de lobbys, partidos, sindicatos o leales sólo mientras haya treta donde chupar.

Escribimos estos porque hasta las agencias de los detectives privados llegan muchos afectados y agraviados por prácticas corruptas.

Son personas serias, trabajadoras y honestas hasta donde pueden demostrar a quienes perjudican anormalidades que van de la mano del corrupto.


Empresarios, profesionales, empleados públicos, PYMES y autónomos con víctimas de la lacra corrupta.
Pierden contratos, facturación, no ganan concursos, se arruinan o sencillamente no compiten con las mismas armas que sus colegas de sector. La corrupción tiene escalas, etapas y su denuncia casi siempre alcanza a terminales que acaban como cabezas de turco.

El detective privado en casos donde merodea algún corrupto o corruptor no lo tiene difícil. 

Su experiencia y olfato eliminan prólogos que confunden objetivos y esencias investigadoras. Los funcionarios ‘incompatibles’ por ejemplo suelen actuar impunes hasta que desvela algún investigador privado que su pareja, familiar, hijos o testaferros detentan negocios derivados del poder del empleado público. La torpeza de poner al frente de empresas a amas de casa sin cualificación, ni oficinas, ni experiencia es clave para pactar con corruptas salidas honrosas, si de ello se puede hablar. El mundo de los negocios exige delicadeza en algunos asuntos.

Los corruptos, no obstante, suelen exhibir patrimonio sin recato que no proviene de la nómina. Fincas, segundas residencias, autos de alta gama, costumbres caras (esquiar, viajes de lujo, caza mayor, golf, etc..). Esas pistas son la introducción para que los detectives privados naveguen por el alma y la piel del corrupto.

Otras prácticas que acreditan la utilidad del investigador privado para desenmascarar corruptos es contactar con subordinados hostiles para obtener datos del modus operandi, o bien de antiguos compañeros del personaje que hace del abuso un negocio muy particular.

Los corruptos, decíamos, no trabajan solos. Tienen cómplices, fieles y una justicia lenta que casi les garantiza impunidad. 

Vemos cómo meten mano en bancos, antiguas cajas de ahorro, empresas, instituciones, partidos, sindicatos sólo una minoría del total de ladrones. Unos pocos pagan, siempre, lo platos rotos que se esparcen en una mesa por cuyos bajos se mueven con tiempo para salir indemnes.

Los problemas que causan los corruptos a la sociedad los sufren muchos más de los que pensamos. Por eso pagamos más impuestos, recortan servicios y presupuestos públicos, sobrevive el déficit y deudas privadas.

Un detective no es un profesional desacertado para poner a buen recaudo a quienes hacen daño a sabiendas. Por esa razón los investigadores privados son tan malos, molestos e incomodan al poderoso…..  

         


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