lunes, 6 de enero de 2014

Delitos de cuello blanco.... el fraude fiscal

El detective privado suele localizar vínculos entre corruptos, mendaces, estafadores, falseadores o perjuros que los delatan

El investigador privado ante los delitos de cuello blanco

La crisis financiera, carencia de crédito, empobrecimiento, alza tributaria y de precios comenzó cuando se reiteraba la palabra ‘globalización’ bajo el dogma del ‘pensamiento único’. Sendos conceptos han logrado que trabajemos más por menos dinero, una minoría más abultada sea más rica, desaparezca la clase de media y sean millonarios los pobres de nada.

Esta evidente alarma social va unida al incremento delictivo que se ceba en propiedades, personas y empresas. Las autoridades niegan la mayor cual charlatanes. Los políticos repiten una increíble recuperación postcrisis en una sociedad, la española, que casi al 30% de su población roza la exclusión social y sustenta un aproximado 50% de desempleo juvenil.

Los delitos con violencia y sangre son portada en medios y causan mayor preocupación del ciudadano. Otros no son menos devastadores. Si nos referimos a lo que los anglosajones denominan ‘white collar crimes’ (delitos de cuello blanco) acusan mayores daños al ciudadano en su microeconomía por despidos masivos, bancarrotas, cierres patronales,  morosidad. Digamos que éstos ilícitos escandalizan menos que, por ejemplo, la violencia de género, agresiones sexuales, homicidios o robos.

El fraude fiscal, y seguimos con los ejemplos, alcanza a un 78% entre potentados, multinacionales, rentistas e inversionistas. El 18% restante alcanza al 95% de la población. Hablamos de contribuyentes que no les llega para invertir en SICAV que tributan al 1% y carecen de retenciones, o transferir fondos a paraísos fiscales desde infiernos tributarios.

El olfato del fisco, sin embargo sólo husmea a esa mayoría minoritaria que defrauda por sistema, etapas, bajo dosis, o por pura insolidaridad. Tal injusticia la fuerza una voracidad tributaria que escandaliza a quienes más que otros a sabiendas que los últimos pagarán poco o nada.

El detective privado, desde su atalaya profesional, suele documentar prácticas corruptas. Ahora se airean más porque se acabaron las vacas gordas presupuestarias, despilfarro generalizado, sobre-inversiones o directamente mecanismos que llenan arcas de patronales, sindicatos, partidos y empresas virtuales que se crean para menesteres sospechados.

El investigador privado establece vínculos entre alguien que hace trampas para beneficiarse. No mata a nadie, ni roba con violencia pero causa daños importantes en la comunidad. Hasta hace poco gozaron de impunidad porque en secreto tenían admiradores. Los prejubilados al cabo cobran por no trabajar años, décadas o lustros antes que el común de trabajadores.

Los ‘pelotazos’ que generaron los corruptos en organismos enriquecieron a una minoría que no genera riqueza. Guarda el botín a recaudo.

El detective privado suele localizar vínculos entre corruptos, mendaces, estafadores, falseadores o perjuros que los delatan.

Aunque paradójicamente no pueden investigar delitos el ‘cuello blanco’ es guión en demasiados informes detectivescos.

Vayamos a los ejemplos

  • Padres que fingen insolvencia para impagar pensiones a hijos
  • Herederos ‘listos’ que ocultan bienes, los minimizan o cubren de gastos ficticios
  • Peritos ‘a la carta’ vendidos al mejor postor, testigos ‘pagados’ de memoria selectiva
  • Auditores que maquillan cualquier cadáver, abogados que demandan o denuncian para confundir, dilatar o desviar el foco.
La estafa es difícil de condenar para los jueces pero prácticas que la rozan son demoledoras pues arruinan familias, patrimonios y negocios. Han prosperado con la crisis. Las mejores se quedan impunes.

La corrupción se caracteriza también por su impunidad pues nadie devuelve lo apropiado. Si imputan a unos pocos salen de rositas una inmensa mayoría. Las ‘cabezas de turco’, si no hay, se inventan.

Muchos informes del detective privado de turno engrosan sumarios judiciales para iluminarlo en verdades que se intentan ocultar. Las autoridades hacen lo que pueden con el ‘cuello blanco’ pero cada vez que cambia el gobierno se cambian a los expertos en estos delitos de destino. Si la lupa oficial se dirige al partido del gobierno desde que era oposición cambian los estilos y se visten como ‘nuevos equipos’ lo que garantiza impunidades.

Por esa realidad el investigador privado tiene mucho que decir en la investigación del ‘cuello blanco’. Ya ha acreditado experiencia y competencia en tales misiones operativas. Y es creìble porque solo se debe a su cliente y la verdad que le impone. No a la nómina funcionarial que le limita o el ganapán que le compre. Así son las cosas, guste o no guste.
               
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