jueves, 23 de enero de 2014

Los detectives privados investigan las herencias....

Repartir la herencia es el punto de desencuentro, el detective privado entra en juego....


El concepto clásico y tradicional de la familia española se ha modificado en las últimas décadas. Aquellas celebraciones (bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños) o apoyos en momentos bajos (funerales y visitas a enfermos) no son tan unánimes como antaño. El núcleo padres-hijos centra ahora, y limitadamente, la familia. Antes entraban en ese saco cuñados, tíos, primos, suegros, íntimos y hasta algún vecino constante en lealtades. ¡Qué tiempos!

Image courtesy of imagerymajestic / FreeDigitalPhotos.net


El fenómeno del divorcio (en España se separa o divorcia una de cada tres parejas o matrimonio) y los bandos que genera en cualquier familia ha roto las familias en su seno. El dúo padres-hijos lo sufre por su esencia. Nuevas parejas, hermanos e hijos con distintos padres y madres hacen difícil aquellas celebraciones que ahora nos parecen imposibles.

La ausencia de un ser querido en la médula familiar causa estragos por la parte emotiva o felicidad para quienes ansiaban esa carencia humana. Repartir la herencia es el punto de desencuentro.

Distribuir lo que no se suda trabajando, interpretar testamentos o airear demonios ocultos tiene doctores y expertos.


Las herencias basculan sobre la guerra que le sucede. La batalla es todo por la pasta cuando la hay. Las escaramuzas más cruentas, no obstante, se centran en alhajas, cuadros, cerámicas, muebles o lo que sea menester para atizar.

Los detectives privados oyen historias de herencias conflictivas con atención. 


El firmante cree que junto a peleas vecinales, accidentes viales y divorcios contenciosos son los que causan mayores polémicas y griterío auditivo o por escrito.

Las herencias que investigan los detectives privados acaban pactándose porque alguien que se pasa de listo, codicioso o de labia acaba siendo desvelado.

Las investigaciones siempre tienen los mismos mimbres: patrimonio oculto a parte de los herederos, apropiación de fondos, efectivos o bienes tangibles echándole la culpa a ladrones ficticios o terceros ilocalizables, facturas o escritos dudosos, ilegibles o falsos.

Los informes tienen los mismos protagonistas. El hijo, pareja, sobrino o vecino que está cerca del fallecido. Los que llegan horas o días antes del óbito. Finalmente, encontramos ante incrédulos que se conocen en el notario, por lo general los mejores clientes del investigador privado.

Estos últimos alucinan generalmente con los que leen sus ojos y no le cuadran ciertos documentos (relativos a balances bancarios y masa patrimonial) que ante el notario parecen más creíbles. A los fedatarios se suele llevar todo ‘cocinado’ por los más inteligentes de la familia, que suelen no estar lejos de algún abogado.
Las herencia ‘de campo’, es decir, las que se reparten fuera de notaría nacen con trampas. El botín ha sido repartido por los piratas de turno a priori. Al menos lo más valioso y más discreto de hacer desaparecer.

El detective privado es contratado muchas veces para localizar bienes ‘desaparecidos’ en conflictos derivados de herencia. 

Los más versados en el apropiarse de lo ajeno suelen practicar el desvío del foco. Lo explicamos: crean un conflicto nimio durante meses. Atizan polémicas, agravios, rencores y odios silentes. Cuado la guerra está en su fragor ellos tranquilamente disfrutan de una impunidad que les regala el tiempo perdido por los demás. Inventar ruinas es un clásico. O ‘contratar enfermeras’ si el fallecido estuvo meses en cama preciso de ayuda y cuidados.

Los detectives privados en temas de herencias acaban integrando la parte de la familia rota. Esa que jamás saludará por la calle, ni abrazará en ningún evento donde coincidan ex familiares. Qué pena!. Con lo bien que empezamos.          

 


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