Los detectives privados llevan décadas investigando a personajes curtidos en la picaresca que genera la ‘renta antigua’.
Los investigadores privados ante los inquilinos y los arrendadores
Las principales capitales españolas alojan pisos y locales, de generosas dimensiones por lo general, en los que sus inquilinos pagan rentas irrisorias. Los arrendadores suelen ser herederos de los iniciales o inversores, constructores, inmobiliarias y sociedades patrimoniales que compraron esos inmuebles en la esperanza de actualizar las rentas.
Más veces que menos suelen pagar más entre gastos de comunidad, contribución, mantenimiento, reformas, impuestos que lo percibido por rentas. La denominada ‘renta antigua’ es una felicidad para unos y una pesadilla para otros.
Los detectives privados llevan décadas investigando a personajes curtidos en la picaresca que genera la ‘renta antigua’. La utilidad del investigador privado en estoas misiones es sustantiva. Es la clave informativa y documental de incontables pactos, indemnizaciones, desahucios, nulidades contractuales o pleitos en los que la pataleta, la extorsión o la codicia del arrendador son el guión principal.
Normalmente, el detective recibe encargos con parquedad de datos por parte del cliente, el arrendador. El inquilino con estas rentas también contrata al detective, especialmente cuando se alega necesidad de ocupación del piso por el casero. El detective aquí suele acreditar que el dueño del piso dispone de otros inmuebles que satisfacen igual o mejor tan teóricas necesidades. Estas demandas sólo intentan ‘hacer caja’ desalojando al inquilino barato para sustituirlo por otro más rentable.
Los casos más reveladores para el detective son inquilinos fallecidos, cesiones a terceros no consentidas, subrogaciones no autorizadas o desocupación del piso o local de ‘renta antigua’.
La ley exige que los inmuebles alquilados deben ser ocupados por un mínimo de seis meses al año, por los titulares del contrato y dedicarlos a fines residenciales o identificar el negocio a desarrollar en los locales.
A partir de ahí surgen incontable situaciones en las que el detective debe acreditar el lugar real de residencia del ‘inquilino’, caso de desocuparlo más de seis meses por año o previamente identificar a los ‘okupas’ -por denominarlos de alguna forma- del piso o local en cuestión.
En cuanto a los fallecidos es común negar esta realidad fácilmente comprobable. La picardía de algunos familiares ‘resucitan’ al muerto durante años. El detective en estos casos fotografía tumbas, obtiene certificados de defunción o inserta esquelas en sus informes que matan nuevamente al muerto que jamás resucitó.
Pisos desocupados son ya pocos casos. Hay escasas viviendas baratas en España. Los titulares de estos pisos suelen visitarlos muy de vez en cuando, dejan encendido el frigorífico siempre, algún temporizador de alumbrado, y se hacen patentes en el vecindario afanados en cómplices o testigos en caso de pleito. Las más de las veces los conflictos judiciales sobre pisos y locales de ‘renta antigua’ tienen el denominador común del dinero. El arrendador quiere finiquitar el contrato y el inquilino exige sumas que se inician con muchos ceros y terminan adelgazadas por lo general. Especialmente cuando un ‘incómodo’ detective privado estropea la fiesta con su informe y pruebas al arrendador o al inquilino.
Los casos más peregrinos incluyen denuncias penales y hasta delitos condenados. La ‘renta antigua’ atesora recuerdos y vivencias familiares, negocios históricos, codicias de especulador, deplorable relación entre arrendador e inquilino y hasta conflictos de otra naturaleza en los que hay herencias y divorcios que suman temperatura al tema.
El investigador privado en los casos de ‘renta antigua’ entra por la ventana con su verdad cuando se le cierra la puerta. Choca con imponentes muros, pactos de silencios, versiones falsas, vecinos airados y testigos dudosos de los que debe extraer sólo la médula más sustantiva. La labor de síntesis para depurar la verdad es ardua porque las ‘rentas antiguas’ entrañan intereses en varias direcciones.
El buen detective privado se curte con estos casos que parecen inocentes pero dan mucho juego investigador. Si alguna vez en un boque viejo, destartalado, con carencia de mantenimiento hay un tipo, o una chica discreta, haciendo preguntas o dramatizando algún papel podría ser un detective. No nadie que cometa fechorías. El resto del caso sólo lo sabe su cliente…..
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